Una ampulosa Novena Sinfonía para inaugurar el Festival Internacional de Santander
El Palacio de Festivales de Cantabria acogió el concierto inaugural de la 72 edición del Festival Internacional de Santander
FICHA:
-Ludwig van Beethoven: Sinfonía n° 9 en re menor, op. 125 “Coral”.
-Solistas: Chen Reiss, soprano; Carmen Artaza, contralto; Mathew Newlin, tenor; José Antonio López, barítono.
-Rotterdams Philharmonisch Orkest. Orfeón Donostiarra.
-Director del Coro: José Antonio Sáinz Alfaro
-Director: Lahav Shani
-Escenario: Palacio de Festivales de Cantabria, Sala Argenta. Sábado, 5 de agosto de 2023.
-Calificación (sobre 5): ***
Una vez más, Beethoven se convierte en protagonista destacado del Festival Internacional de Santander y ya sabemos que la música del sordo genial produce los mayores niveles de respeto, silencio, atención y admiración. Y si hablamos de su última sinfonía, la n° 9 'Coral', la subyugación a su música alcanza cotas superlativas, como viene ocurriendo desde su estreno en Viena en 1824, hace ya casi un siglo, donde el público otorgó al compositor uno de los mayores reconocimientos de toda su carrera.
Y ha vuelto a ocurrir en Santander con el concierto inaugural de la 72 edición del Festival Internacional de Santander (FIS), en esta ocasión a cargo de la Filarmónica de Róterdam junto al Orfeón Donostiarra, con una Sala Argenta del Palacio de Festivales llena a rebosar, donde no se oyó ni un ruido molesto, ni siquiera ningún maldito móvil en toda la sesión, un auténtico milagro beethoveniano.
En esta ocasión, hemos podido escuchar la versión del maestro israelí Lahav Shani (Tel Aviv, 1989), director titular de la orquesta neerlandesa desde 2018, con una ascendente carrera musical que le ha llevado a compaginar su trabajo con la Filarmónica de Israel desde 2020. Y ya se ha confirmado su nombramiento como director titular de la Filarmónica de Múnich a partir de 2026.
Es un director vitalista, de gesto muy marcado, enérgico, pero detallado (dirigió sin batuta y de memoria), aunque esa energía al marcar los tiempos le lleve a exagerar el volumen general, no solo de la orquesta sino también del coro. Los dos primeros movimientos tuvieron momentos brillantes pero excesivos, sobre todo en los tutti orquestales. Más pausado y melancólico sonó el hermoso 'Adagio' del tercer movimiento, más acompasado, con la sección de cuerdas en perfecta armonía y musicalidad.
Con el cuarto movimiento y su 'Oda a la Alegría', volvió el exceso de volumen, aunque todo bien concertado con una estupenda respuesta de la orquesta que está acostumbrada a la energía de su director. Sus marcados gestos se pausaban en los momentos más líricos, dejando a los contrabajos y cellos, situados a su izquierda, que hicieran sonar de manera brillante el leitmotiv del poema de Friedrich Schiller. Buen control con la sección de viento y la percusión sin llegar a tapar a las cuerdas.
De los cuatro solistas, destacó el barítono José Antonio López, voz rotunda, musical, de amplia extensión y dominio estilístico, estupendo en su entrada con 'O Freunde, nicht diese Toene!'. El tenor Mathew Newlin, con buena técnica de voz lírica pura aunque algo falto de volumen. Correctas las féminas, la soprano Chen Reiss y la contralto Carmen Artaza, aunque sus tonos vocales son similares lo que dificulta los contrastes necesarios.
El Orfeón Donostiarra volvió a hacerse cargo de la parte coral. El pasado año pudimos escucharles en este mismo escenario con la Misa Glagolítica de Janacek, y se hacía evidente la necesidad de una renovación vocal en casi todas sus secciones. Pues por lo oído este sábado en Santander (lo interpretaron también la noche anterior en San Sebastián) parece que se ha producido esa renovación, o parte de ella, y el Orfeón podría estar en la senda de retornar a los elevados niveles de calidad de antaño.
La exigencia vocal de la 'Oda a la Alegría' es enorme, con notas agudísimas mantenidas en el tiempo, escritas con una fuerza sonora con la que Beethoven quería resaltar los versos de Schiller. Por eso no entendemos que Lahav Shani impusiera una mayor fuerza sonora que no era necesaria. A pesar de ello, el coro respondió con contundencia, sonoridad y afinación, sobre todo sopranos y bajos, llevados por el sonido ampuloso marcado por el director. Buena concertación y acompañamiento a los solistas a los que nunca se llegó a tapar.
El público respondió al final con fuertes ovaciones, sobre todo al Orfeón, premiando un ejercicio vocal tal vez excesivo, pero muy efectista. Con algo más de mesura el resultado habría sido aún más musical.
Por cierto, la organización del FIS debe plantearse para próximas ediciones el adelanto en el horario de comienzo de los conciertos, más acordes con las costumbres actuales y que agradecerían tanto el público como los conjuntos y artistas que nos visitan.