MITOLOGÍA DE CANTABRIA

ANIMALES FANTÁSTICOS (I)

Ilustración de Animales Fantásticos I. Mª Pilar G. Pantaleón

Monuca, el ramidreju y los zorros blancos

Cuando el frío empieza a desaparecer y los primeros rayos del sol empiezan hacer su aparición en los bosques de Cantabria, la vida animal empieza a florecer al compás que lo hacen las flores silvestres.

Al igual que la fauna autóctona salen de sus madrigueras después del hastío invierno, y se dedican a alimentarse con los nuevos brotes de plantas o de animales que aún están dormidos, o comienzan a aparearse, los animales de la mitología cántabra también hacen su aparición.

Y hoy vamos hablar de tres ellos, una triada familiar muy diferente entre sí, con un denominador en común, los tres provienen de las rámilas (o comadrejas).

El Ramidreju, la hiel mágica

El Ramidreju es una criatura fantástica de la mitología cántabra, está descrito como un híbrido de una comadreja y de la rámila. Dicen que es muy delgado y muy largo, tiene una piel muy negra con unas rayas verdes que están hundidas en la piel, los ojos los tiene amarillos y la cara se asemeja a la de los jabalíes.

Es un animal que nace cada 100 primaveras, excava profundas galerías como lo hacen los topos, y se esconden en ellos hasta más de 50 metros de profundidad. Su hiel posee la capacidad de curar todas las enfermedades y desvelar sus tesoros ocultos.

Las Anjanas mezclaban esa hiel con el agua y lo echaban en una jarra hecha de hueso forrada de plata, que les daba esa capacidad de curación.

La Monuca, el gato mitológico

Otro animal legendario de la mitología cántabra es sin duda la monuca. Nace cada 11 años en la estación primaveral. Es cruce de un gato montés y de la rámila. Su madre la alumbra en una cueva, nace ciega y sin colores. La cría sale de la cueva, vagando por los montes hasta que cobra la visión, una vez ocurrido eso, vuelve a la madriguera, y mata a la madre chupándole la sangre y arrancándole los ojos.

Luego se refugia en los ríos donde adquiere su peculiar pelaje. La cabeza es de color blanco, el cuerpo rojo, azul y negro y la cola morada. Se alimenta de saltamontes y tórtolas, y además le gusta chupar la sangre a corderos y niños.

A los cinco años su tamaño les impide moverse con facilidad y suele ser atacada por su padre, el gato montés, que se ha dedicado toda su vida en perseguirla, entonces la inmoviliza y le arranca los ojos. Luego regresa a la cueva para enterrar los ojos de su hija odiada, en el lugar donde murió su pareja y muere de pena recordándola.

La monuca herida, suele acabar sus días despeñada por alguna peña o cazada por algún animal salvaje.

Las monucas quieren a los hombres, así si uno de ellos la coge y la lleva a su casa tendrá suerte toda la vida, pero en cambio aborrece a las mujeres, a quienes araña la cara y les intenta sacar los ojos, al igual que hizo en su día a su madre, antes de huir.

A veces, nacen monucas de pelaje negro y rojo, con un ojo negro y otro rojo. Su víctima es al revés, matan al padre y la madre es la que persigue, y en vez de arrancarle los ojos, le devora las patas.

Cada 100 años nace una monuca de piel blanca con un círculo de manchitas rojas en el espinazo, cuyo centro tiene una coronilla morada. La única forma de matarla es clavándole un espino largo o un alfiler en mitad de la coronilla.

Existen otro tipo de monucas, difícil de verlas, ya que nacen cada dos siglos, fruto dela unión de un oso y una jabalina. Estas tienen una mancha roja en la cara que brilla de noche.

El zorro blanco, el kitsune cántabro

Otros animales que pululan los montes de la cornisa cantábrica son los llamados zorros blancos. Son zorros de pelaje blanco con manchas verdes en las orejas y encima de los ojos. El rabo es de color negro igual que los dientes y sus patas.

Estos zorros son pacíficos y solo roban el compango y se comen las flores de los manzanos. En las mañanas de primavera y de verano se encarama en los árboles y come las hojas más tiernas. Luego se esconden en las cuevas para protegerse del calor.

En invierno no salen de sus refugios hasta llegado el mes de mayo, donde se aventuran a comer los brotes de las hierbas y las flores amarillas del camino.

Dicen aquellos que los han visto que sus ojos atemorizan a los animales más dañinos y los hombres que les quieren cazar porque su sangre cura muchas enfermedades.

Cuando les llega la hora de morirse acabo de cientos de años, se van lejos de sus cuevas, y suben a lo alto de los árboles, y ahí se pudren, dando lugar a un gusano colorado.

Una vez que crece, se transforma en un ave muy similar al avefría. Tiene dos alas negras con pintas blancas y verdes, un pico muy largo y negro. Es llamado por las gentes de La

Montaña, el pájaro de la alegría

Al año se escapa del árbol. Los milanos y demás rapaces del cielo que se encuentran durante su vuelo, le temen y le dejan vía libre.

Al cabo de los años se le caen las alas y se muere de pena por qué no puede volver a volar. Si alguna persona encuentra al pájaro muerto y le saca las pupilas de los ojos, encuentra dos diamantes que alumbran como estrellas. Uno es el diamante del bien y el otro del mal, así que el que los encuentre puede hacer daño o el bien, pero siempre con justicia.

Si hacen el mal a inocentes o a gente que no se lo merece, esos diamantes se convierten en brasas, queman sus ropas y les abrasan.