CRÍTICA

Un ‘Don Giovanni’ decepcionante en tiempos revueltos

Un momento de la ópera 'Don Giovanni'.

El Palacio de Festivales de Cantabria acogió esta ópera con la presencia del Coro Amigos de la Ópera de Sabadell y la Orquesta Sinfònica del Vallès

FICHA:

-Ópera: “Don Giovanni”. Libreto: Lorenzo Da Ponte. Música: Wolfgang A. Mozart

-Intérpretes: Carles Pachón, Fernando Álvarez, Tina Gorina, Maite Alberola, César Cortés, entre otros.

-Coro Amigos de la Ópera de Sabadell. Orquesta Sinfònica del Vallès

-Director de escena: Pau Monterde. Dirección musical: Daniel Gil de Tejada

-Palacio de Festivales. Sala Argenta. Ocupación: cerca de tres cuartos de entrada

-Fecha: viernes, día 28 de octubre 2022

El pasado mes de mayo a través de estas páginas y con motivo de las funciones programadas de ‘Rigoletto’, lanzaba una necesaria reflexión sobre el nivel artístico que se esperaba de un teatro/auditorio público como es el Palacio de Festivales de Cantabria. Sus programadores habían decidido el retorno de la ópera a su escenario pero contratando compañías limitadas en recursos y con un nivel artístico poco reseñable.

Lo justifican con la excusa de “acercar la cultura al pueblo”, algo que, dicho así, suena bien, pero que es una idea tramposa, dado que al pueblo no se les ofrece, además, la oportunidad de admirar otras propuestas de mayor enjundia.

La música, la ópera, la zarzuela, la danza, tienen unos estándares de exigencia altos, de mucho trabajo, estudio y esfuerzo, y lo que es un error es bajar esos niveles de exigencia innatos con la idea de que así cierto público quedará encantado. El resultado es que ese público queda decepcionado y se produce la espantada del verdadero aficionado que huye a otras ciudades donde se les ofrece propuestas artísticas de un nivel de calidad acordes a sus expectativas; o sea, pérdida de turismo cultural.

En su día se contrató a la Fundación Òpera Catalunya para representar sus producciones en Santander, primero fue ‘Rigoletto’ y ahora el ‘Don Giovanni’ mozartiano, una producción estrenada en Sabadell en 2016 de una limitación de recursos evidente, pensada para su propio circuito por escenarios pequeños de Cataluña y unos repartos de jóvenes cantantes, voluntariosos, pero sin la necesaria madurez artística exigida.

La dirección de escena de Pau Monterde es de una clamorosa falta de ideas, sin aportar nada interesante al mito del ‘burlador de Sevilla’ y con una dirección de actores ausente donde cada uno se mueve por el escenario como buenamente puede. La escenografía de Elisabet Castells, oscura, tétrica, muy pobre en general. Vestuario e iluminación demasiado básicos, nada relevante.

Del apartado vocal, el barítono Carlos Pachón hace un ‘Don Juan’ esforzado, de voz oscura pero poco matizada y de fraseo limitado. Muy deficiente el ‘Leporello’ de Fernando Álvarez, voz gastada, de timbre poco agradable y mal fraseo, llegó agotado al final con la voz casi inaudible; su famosa escena del “catálogo” para olvidar.

De las protagonistas femeninas, la ‘Donna Anna’ de Tina Gorina de voz lírica pero sin el sustento dramático que requiere su papel, pasó inadvertida. A Maite Alberola, ‘Donna Elvira’, ya la pudimos escuchar en abril durante las funciones de ‘Luisa Fernanda’ y sigue igual, voz descontrolada en los agudos, notas graves ausentes, fuera de estilo mozartiano y vocalización defectuosa (no se la entiende nada).

Más centrado el tenor César Cortés como ‘Don Octavio’, de canto limpio, con gusto, buena respiración y fraseo, solo necesita trabajar más su proyección vocal y su registro grave, aún débil; su aria ‘Dalla sua pace la mia depende’ fue de lo más destacado de la noche. La ‘Zerlina’ de Mar Esteve y el ‘Masetto’ de Xavier Casademont, sin relevancia.

El Coro de los Amigos de la Ópera de Sabadell, correctos sin más. La Orquesta Sinfónica del Vallès sonó con demasiada fuerza bajo la dirección musical de Daniel Gil de Tejada, con buena concertación entre foso y escena, pero sin el deseable sonido mozartiano.

Una última reflexión: estamos viviendo una época de incertidumbre económica y social y el público no llena los teatros como antaño, esto ocurre en todos lados y Cantabria no es una excepción. La obsesión por programar demasiadas cosas lleva a la dispersión porque no hay recursos para todo. Siempre es preferible ofertar menos cantidad pero de mucha más calidad. O sea, menos es más.