CRÍTICA

Donizetti y las Reinas Tudor

Donizetti y las Reinas Tudor en Oviedo.

La cercanía entre Santander y Oviedo y la gran afición que existe en la capital cántabra por la ópera, hará que en los próximos días tenga lugar una presentación de la temporada de ópera ovetense en el Palacio de Festivales

Siempre es interesante volver cada cierto tiempo sobre la biografía y la obra de Gaetano Donizetti. Considerado uno de los tres máximos representantes del belcantismo italiano, junto a Bellini y Rossini, fue Donizetti el más prolijo en cantidad de óperas, componiendo hasta 71 títulos aunque no todos con igual fortuna.

En Santander hemos vivido un vacío constante en la programación de sus óperas. Podemos recordar una accidentada función de 'La favorita' en el FIS de 2009 con un enfermo José Bros, y una versión “underground” de 'Lucia di Lammermoor' que se dio el pasado año a cargo de Ópera Garage en las Naves de Gamazo de Santander.

La cercanía entre Santander y Oviedo y la gran afición que existe en Santander por la ópera, como ejemplo, el enorme éxito de la Gala Puccini en el FIS de este año, hará que en los próximos días tenga lugar una presentación de la temporada de ópera ovetense en el Palacio de Festivales, y quién sabe si valdrá para futuros proyectos de colaboración entre ambas ciudades.

Donizetti había nacido en Bérgamo en 1797 en una familia humilde y murió en su ciudad natal en 1848, víctima de la locura producida por la sífilis. Gracias a su éxito primerizo con 'Enrico di Borgogna' en 1818, se puede entender su fascinación por la historia de reyes y nobles y sus tremebundas maquinaciones políticas y amorosas.

Surge así lo que se ha conocido como '

Un momento de la representación.

la trilogía de las Reinas Tudor', formada por 'Anna Bolena', 'Maria Stuarda' y 'Roberto Devereux'.  Las tres son uno de los mejores ejemplos del belcantismo italiano, aunque será la historia de la desdichada esposa de Enrique VIII quien será la más representada por su dramatismo y belleza musical.

Ahora, la Ópera de Oviedo se ha propuesto representar las tres historias en años sucesivos, empezando este año por 'Anna Bolena'. Fue estrenada en el Teatro Carcano de Milán en diciembre de 1830, y su libretista Felice Romani, se basó en dos obras teatrales, 'Anna Bolena' del Conde Pepoli, y 'Henry VIII' de Marie-Joseph Chénier, hermano del poeta Andrea Chénier.

De las funciones ovetenses de 'Anna Bolena' podemos dar cuenta de la llevada a cabo este pasado sábado, día 14. Estamos hablando de una ópera que requiere de protagonista a una soprano spinto de coloratura, muy difícil de conseguir y que muchas cantantes fracasaron en el intento. Se ha contado con la soprano aragonesa Sabina Puértolas, que ya el pasado año en el mismo escenario del Campoamor dejó un magnífico recuerdo con Manon, y en esta ocasión ha demostrado ser una grandísima artista de técnica increíble.

Toda su interpretación de la 'Reina Bolena' está llena de momentos de puro lirismo y drama, gracias a un estudio y preparación del rol ejemplares. Su técnica vocal y del fiato son tan sólidas que consigue hacer frente a los durísimos momentos a los que tiene que hacer frente. Dio toda una lección de belcantismo, cantando en pianísimo y medias voces increíbles toda su escena final, desde 'Al dolce guidami castel natio', hasta el tremendo final en la cabaletta “Coppia iniqua” que provocó las mayores ovaciones de la noche.

A su lado el resto del reparto intentó ponerse a nivel. Así la Giovanna Seymour de la mezzosoprano navarra Maite Beaumont, rival amorosa de Bolena, es una buena cantante pero de voz demasiado clara y falta de graves poderosos, más bien suena como soprano que como la mezzo que se requiere. Su dúo con la reina, “Tu, mio rivale!”, estuvo algo corto de emoción por esa falta de contraste vocal. A su lado, el bajo italiano Nicola Ulivieri hizo un Enrico VIII de voz poderosa pero algo tosco y muy estático en escena.

El tenor norteamericano John Osborn como Riccardo Percy es una voz casi de tenor lírico-ligero con unos agudos y sobreagudos tremendos (algunos no escritos) que más bien creemos que sonará mejor en el repertorio rossiniano donde se lucirá en plenas condiciones. Correctos el resto del reparto. El Coro de la Ópera de Oviedo sonó empastado, perfecta afinación y lirismo, sobre todo las féminas en sus dos escenas solas.

Y la otra gran triunfadora junto a Puértolas fue la dirección musical de Iván López-Reynoso, que llevó a la orquesta Oviedo Filarmonía en volandas, de sonido compacto y afinados, con las cuerdas en perfecto lirismo melódico. La orquesta está en un gran momento musical como hemos podido comprobar en Santander en sus últimas visitas, y que podremos volver a escuchar en el Palacio de Festivales en noviembre con el Réquiem de Cherubini, y en las funciones previstas de la ópera 'Diálogos de carmelitas' de Poulenc en marzo del próximo año.

La dirección de escena de Emilio López no terminó de convencer. La idea de mostrar a los personajes como piezas de una partida de ajedrez es interesante, pero no está bien desarrollada con momentos incomprensibles. Tampoco ayudó el exceso de proyecciones sobre la escena que llegan a distraer y al final, hasta molestan en la visión escénica.

La representación comenzó con nueve minutos de retraso sin que sepamos las causas, y con un gran éxito artístico y de público en las cuatro funciones que han tenido lugar en el teatro Campoamor de esta obra cumbre del belcantismo donizettiano.