“Se me cayeron las lágrimas cuando un sobrino me pidió un chaleco antibalas para ir a la guerra”, asegura el ucraniano Román Stetsiv

Román Stetsiv lleva viviendo más de 20 años en Argoños. R.A

Natural del municipio de Stryi, lleva 20 años viviendo en Argoños, y considera que la guerra es un genocidio y se debe parar a Vladimir Putin

“Se me cayeron las lágrimas cuando un sobrino me pidió un chaleco antibalas para ir a la guerra”. Así lo relata Román Stetsiv, un ucraniano que lleva 22 años en España, de los cuales más de 20 afincado en Argoños con su mujer y sus dos hijos.

Desde su punto de vista no hay explicación para esta guerra, que califica de genocidio, y considera que se debe parar a Vladimir Putin.

Desde Cantabria, este ucraniano de 46 años no se cree aún la situación que se vive en su país, aunque también admite que se veía venir desde hace mucho tiempo por las amenazas de Vladimir Putin y la guerra que ya se vivió a cuenta de Crimea, donde 14.000 ucranianos perdieron la vida.

Román Stetsiv nunca quiso salir de Ucrania. En su municipio, Stryi, cercano a la frontera con Polonia y Hungría, trabajo en el sector de la hostelería, ya que tuvo un disco-pub, también puso en marcha un comercio, fue transportista e incluso desde niño fue el cantante de una orquesta que cantaba en las bodas.  Sin embargo, en el año 2000 decidió dar el paso de emigrar a España con el fin de prosperar, ganar dinero, y regresar a su país. Si idea pasó en aquel momento por invertir y mejorar sus negocios, sin pedir créditos a los bancos.

Pero, a pesar de dejar en Ucrania a su madre, dos hermanos y más familia, y por supuesto a sus amigos, optó por quedarse en España, donde asegura que trabaja mucho, pero vive como uno más. “Estoy muy contento y muy agradecido, soy uno más, tanto para la felicidad como para sufrir en esta vida. Tengo buenos amigos que son como parte de la familia. En todos los lugares hay gente buena”, comenta mientras se emociona y están a punto de caérsele las lágrimas.

Desde Argoños, este transportista vive la situación de su país con preocupación. “Es increíble. No estoy tranquilo y al mismo tiempo estoy enfadado porque está muriendo gente en pleno siglo XXI. Es durísimo”, señaló.

Este ucraniano de 46 años trabaja como transportista y se muestra contento y agradecido con vivir en Argoños. R.A.

Este ucraniano se ha movilizado para ayudar a la población de su país, aunque desde su punto de vista asegura que todo lo que hace es poco cuando se está derramando sangre. Ante esta situación, se ha dirigido a la Comandancia de la Guardia Civil en Santander y a la Delegación de Defensa en Cantabria para pedir chalecos antibalas y cascos, donde quiere remarcar que le han atendido de forma estupenda. A su juicio, junto con medicamentos de campo para utilizar en el momento en que un soldado cae herido, son las prioridades que ahora necesita Ucrania.

Además, ha llevado palés de madera a un local, ubicado junto al Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, en Santander, que servirán para transportar la mercancía de forma segura y se ha dirigido al Ayuntamiento de Argoños para solicitar su colaboración, lo que ha supuesto destinar ropa de abrigo, guantes y mantas con dirección a Ucrania. A pesar de su implicación, se atreve incluso a pedir disculpas por no poder ayudar más, cuando se está derramando sangre sin motivo alguno. Y por supuesto, incide en que la población no envíe dinero, ya que no hay nada que comprar, y su país no pasa hambre ni están desnudos como en ciertos países de África.

Desde su punto de vista, no hay motivos para quitar vidas humanas por el fanatismo y la locura de unos gobernantes. “Esto se debe juzgar como un genocidio. Antes las guerras eran por hambre y necesidad, pero ahora eso no existe”, reseñó.

Dada la respuesta que ha tenido Cantabria ante esta guerra, Román Stetsiv comenta que ha sido increíble y muestra su gratitud y las gracias, dado que ayer comprobó que existen colas para entregar material de ayuda con dirección a Ucrania. “No tengo palabras para agradecer cómo se está volcando la gente”, declaró.

Mientras tanto, su esperanza no es otra que se acabe la guerra generada por un asesino como Putin y aboga por el hecho de que rectifiquen de su error los líderes que han generado esta invasión. “Es difícil revertir a alguien malo en bueno y se debe ir a por Putin desde todo el mundo. Es una injusticia mundial”, incide.

Ucrania, un país que destaca por su trigo, el aceite de girasol y la minería, sectores controlados por oligarcas, debe ser respetado y permitir que su población viva libremente, indica este ucraniano, quien no se alegra de las empresas que están abandonado Rusia, como los caso de Ikea o Wolkswagen, porque supone que muchos rusos se vayan a sus casas por falta de trabajo.

En cuanto al futuro de su país, vuelve a reflexionar y considera primordial parar la guerra, pues en su opinión es posible, con el tiempo, recuperar las infraestructuras y la economía, mientras que las vidas humanas, matiza, no tienen solución.