‘El romántico’ y la búsqueda de la belleza

Una de las novedades literarias de este mes que nos devuelve a la época del Romanticismo

El escritor de origen escocés William Boyd presenta su nueva novela publicada por Alfaguara y que lleva por título ‘El romántico’. William Boyd, de 72 años, es una de las voces mejor consideradas en el mundo literario británico. Novelista, guionista, director de cine, comendador de la Orden del Imperio británico y miembro de la Real Sociedad de Literatura son sólo algunas de las atribuciones de quien ha explorado multitud de géneros tanto en ficción como en no ficción.

Estrenado el nuevo año con los propósitos que cada cual considere más necesarios, he decidido ir sobre seguro y me he planteado disfrutar de la belleza de lo cotidiano sin olvidar que también lo intangible debe poseer esa cualidad. En este punto coincido con William Boyd en que “el ser humano seguirá siempre adorando y deseando la belleza”, aunque no todo el mundo es igual de capaz de valorarla y contemplarla.

Puede ser un concepto vacío si no atendemos a las diferentes cualidades que subyacen bajo lo que es considerado bello. Se convierte en un espejismo cuando detrás de esa belleza no somos capaces de encontrar en ella un valor ya fuere espiritual, intelectual, sentimental, moral… Y todos los etcéteras que cada cual sea capaz de añadirle.

En una entrevista concedida a Paula Corroto publicada en El Confidencial el pasado día 29 de enero,  el autor presenta su nueva novela, ‘El romántico’, que habla de la pasión por lo sublime, por los idealismos y las utopías. Boyd cree que no han desaparecido del todo aunque estemos en un mundo donde abunda lo pragmático, lo cínico y lo material.

En esas últimas palabras quedaría definida la búsqueda actual de la belleza como mero objeto de deseo. Crear o utilizar la belleza como una propiedad que se puede explotar para conseguir diversos intereses ya sean económicos, de estatus o poder no nos lleva más que a una devaluación de eso que estábamos buscando.

Disiento también del autor en que una persona romántica, además de experimentar el amor y la pasión, se deja llevar por sus impulsos y escucha a su corazón antes que a la razón, algo que se pueden permitir ciertos personajes literarios en los que admiramos actos heroicos que la mayor parte de las veces no son más que los propios de una persona masoquista en manos de algún sádico, casi siempre el propio autor.

En el mundo real, tanto en el presente como en el pasado, una persona romántica debe utilizar la razón para ser capaz de discernir entre lo que es puramente bello y lo que tan sólo enmascara utopías irrealizables o viles ideas que buscan la destrucción del otro. Los populistas hacen ese mismo uso de la belleza, pervirtiendo valores como la identidad, la solidaridad, la justicia o la paz.

Vivimos en un mundo feo. No, no lo hacemos. Hay quienes quieren que creamos que vivimos en un mundo feo y nos ofrecen sus recetas para conseguir hacerlo más bello. Señalan a otros como los culpables de esa fealdad, como los indeseables. Y por el camino esa impuesta e impostora va destruyendo su belleza.

Si no somos capaces de encontrar una cierta belleza en el prójimo, no seremos capaces de hacer del mundo algo bello.

Un propósito para este nuevo año que empieza por uno mismo, desterrando el rencor y el odio, aceptando al otro, a quien no llegamos a comprender, a quien le debemos algo más que la simple tolerancia, ofrezcamos respeto, siendo amables, generosos, corteses, dedicando tiempo a la introspección, no descuidando nuestro espíritu, cultivando la mente… Convirtámonos en las personas más bellas que seamos capaces.