Dura prueba, Gobierno en elecciones con sombras de abstencionistas
Explican los expertos que un ratio medio-alto de abstención en un país occidentalizado suele oscilar entre el 20-25 por ciento del Censo Electoral. Si se superan dichos porcentajes, significaría que algo socioeconómico-político anómalo está ocurriendo, y no se controla.
Pero en ciertas ocasiones, y en la presente intuimos encontramos ante lo que suele denominarse ‘Movilización’, consistente en exponer al partido del gobierno ante sus fieles, respecto a lo que se juega en las elecciones, observada la ‘Desmovilización’, causada entre los mismos, tanto por los avatares socioeconómicos, así como por las desavenencias continuas en el seno de la Coalición, aunque algunas no salgan a relucir, por lo que no hay que descartar una reprimenda electoral el próximo día 28 de mayo.
Por otro lado, resulta difícil creer que se puedan producir “efectos cambiantes”, en el electorado general como consecuencia de la puesta en marcha por el PSOE de una campaña desaforada, de promesas al uso en tiempo de elecciones, promovida por el Centro de Investigaciones Científicas (CIS), acompañada por propio presidente, ministros, políticos, entre otros, destinada a animar a votar y, de paso, podría servir “para echar las redes de pesca” en otras aguas políticas.
¿Qué le lleva a ello al Gobierno? Una especie de efecto “palanca”, calificado como ‘Movilización’ contrario, a los efectos de contrarrestar el shock de ‘Desmovilización electoral’ causado entre electores y simpatizantes, consecuencia de la desastrosa gestión gubernamental sumida en crisis internas, además de las socioeconómicas que sufre el País.
Según Manuel Justel, la desmovilización electoral suele coincidir en alguno de los componentes que producen las crisis socioeconómicas, y no tiene por qué serlo con el sistema, sino por el contrario con reglas concretas, protagonistas, prioridades o estilos de actuación.
Ya venimos comentado desde hace meses, que las encuestas en poder de Ferraz no eran precisamente las deseables, dejando atrás las que pudiera haber sido consideradas en su momento como: posibles o probables.
Recuérdese las no muy lejanas elecciones andaluzas en un feudo tradicionalmente PSOE, el precipicio que supuso para el partido en el poder.
Venimos desde hace algún tiempo manifestando en distintas columnas, que España necesita regeneración política, sin que haga falta detallar motivos sociopolíticos suficientemente conocidos desde la última década, y especialmente, desde los inicios de 2020, instaurados por sus hacedores, el Gobierno de coalición.
Cuando un ciudadano adopta la lícita y libre determinación de abstenerse en votar en un país, en el cual no existe obligación para ello, sino que le resulta suficiente toparse con poderosas razones explicativas que justifican su lícita decisión de rechazo hacia la estructura y contexto político imperante, significa haber adquirido la certeza y hartazgo sobre equívocos erráticos o desatinados comportamientos cometidos por parte de actores y partidos políticos.
Ya existen en los albores del siglo XXI, herramientas que facilitan delinear un perfil del elector abstencionista, adherido a la legitimidad democrática, es decir, identificado con relaciones de características socioeconómicas, junto a opiniones políticas, por un lado, y decisión de votar o abstenerse por otro.
Los que carecemos de identificaciones políticas o partidistas y nos adherimos a la abstención, crecemos hacia el 40 por ciento, formando un bloque despolitizado, que aumentan sus desacuerdos ante la ausencia de regeneración política que nos rodea.
De ahí resulta un perfil abstencionista coherente y sólido ante las circunstancias en que se encuentra el país, en el cual, una gran pluralidad padece los desafectos socioeconómicos provenientes de la política gubernamental. Es decir, una actitud que rechaza determinados comportamientos y situaciones políticas como supuesto votante.
Según Nicola Tanno, en su estudio Abstenciones electorales en España ofrece unas cifras sobre recientes abstencionismos: las Comunidades Autónomas que superaron un 44 por ciento de abstención en las elecciones autonómicas de 2019, fueron: Canarias y Galicia.
Las siguen Baleares y Asturias con un 43 y 42 por ciento respectivamente. Por provincias, también en 2019: Orense, superó el 50 y Lugo el 38 por ciento.
Igualmente, por Provincias, en las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, superaron el 37 y 33 por ciento respectivamente. En cuanto a Elecciones Municipales, continuando con 2019, Baleares, Canarias, Andalucía y Asturias, oscilaron entre un 46.03 y un 38,82 por ciento.
Internacionalmente, Francia, como en otras cosas, también nos lleva la delantera en abstencionismo. En las recientes Elecciones Legislativas, tuvieron un 52.5 por ciento. En orden parecido al español, en las generales, se encuentra: Italia; Reino Unido y Estados Unidos.
Pero también llama la atención una noticia de La Sexta Clave, de reconocida tendencia, hace aproximadamente un año, mostraba objetividad a través de la profesional, Alba Blanco haciendo patente el fenómeno del abstencionismo y sus altas cifras.
Dejo para el final la reflexión a los lectores sobre la confusión existente en el electorado como consecuencia de la falta de distinción entre abstención y voto en blanco, donde el sistema se encarga de que perdure al no otorgarle publicidad precisa en elecciones sobre la diferencia entre uno y otro.
Ateniéndonos a la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, en su artículo 96, punto 5: "se considera voto en blanco, pero válido, el sobre que no contenga papeleta y, además, en las elecciones para el Senado, las papeletas que no contengan indicación a favor de ninguno de los candidatos".
Es decir, ¿un sobre vacío adquiere la presunción de validez para aquellos partidos que superaron el umbral de tres por ciento? repartiéndose proporcionalmente su número, en detrimento de otros partidos pequeños, por lo que ya va siendo tiempo de ir pensando en un paréntesis preludio de una nueva Ley Electoral participativa, y que tanto parece preocupar a la clase política.
En mi conciencia particular pareja a la de expresión, he intentado que no se debe demonizar a la abstención, vía clara, cuando no se comparten los objetivos del Gobierno, y para ello, no acudiré a las urnas el próximo día 28 de mayo y esperar a diciembre para ver si es posible que se decidan a iniciar una regeneración política a la vista del rechazo unívoco de no acudir a las urnas.