El Duelo
No quiero levantar ampollas con este artículo y mucho menos herir a nadie que lo esté pasando mal por algún trance que esté viviendo en estos momentos, por la pérdida o por el abandono de alguien, por lo que esto que aquí voy a narrar es mi experiencia de vida y cómo la veo desde hace tantos años que ni me acuerdo.
A lo largo de mi existencia he vivido tantas experiencias duras, bonitas y traumáticas al mismo tiempo que de todas ellas he aprendido lo que no está en los escritos. Ellas me han forjado a ser como soy y no pretendo convencer a nadie con la manera de pensar que tengo, eso es muy cansado y yo ya valoro muchos mis esfuerzos y con quién los empleo, por lo que si algo de lo que aquí exponga les vale, ahí lo tienen, de lo contrario échenlo al contenedor de basura, no me sean Diógenes y almacenen porquerías en su casa y persona.
En este último año he visto cómo la única mujer a la que he querido con toda mi alma se me ha ido de la manera que se ha marchado al otro barrio, he visto gente que no quería vivir porque sentía miedo a hacerlo, he sentido el temor a que alguien sonriera y se sintiera culpable porque alguien se había marchado, he visto personas sufrir hasta lo indecible porque su pareja la ha engañado.
Después de tanto ver y de tanto analizar ahí aparecí yo, como un elefante en una cacharrería y sin que nadie me hubiera invitado a entrar en sus vidas para explicarles cómo veía yo ese panorama y cómo había decidido enfrentarme a todo lo que me había venido de golpe.
Os lo voy a resumir en una frase donde condenso todo como si fuera el mejor perfume guardado en un cristal hecho a mano por los mejores artesanos del mundo. Yo no estoy aquí para perder el tiempo.
Todos sufrimos, por supuesto, y hay grados y grados de dolor. Ese dolor en sí es innato en el ser humano, pero el sufrir es una elección nuestra, por lo que sintiéndolo mucho yo no voy a emplear mis energías en lastimarme más de lo debido.
El concepto de la muerte lo tenemos arraigado desde niños y lo tenemos grabado en nuestra mente como la mayor de las tragedias, que lo es, pero no nos paramos a pensar que cuando llegamos aquí todos tenemos una fecha de caducidad, con código de barras incluido, y que tarde o temprano nos terminamos viendo en otra dimensión, mientras los nuestros nos guardan sitio en el paraíso celestial en un cine donde te dan palomitas gratis y el acomodador es el arcángel Anael con linterna en mano para indicarte el asiento que debes ocupar.
Hay que tener duelo, por supuesto, hay que pasarlo y sufrirlo con creces, pero extenderlo en el tiempo es un crasso error para mi modo de ver la vida.
Señoras y señores, por favor, no estamos en la Casa de Bernarda Alba donde antiguamente se cumplían lutos de cinco años y donde vestían de riguroso negro para dejar ver a la gente que eran unas sufridoras en potencia y que nadie las igualaba.
¡Me niego! Yo pongo mis tiempos y los distribuyo a mi antojo. Voy a tener ese dolor conmigo toda la vida, pero no pienso atormentarme por ello porque sé que yo me iré y lo que me voy a llevar son los momentos, por lo que no pienso perder ni un instante en arrepentirme cuando no haya remedio de que no viví con intensidad pudiendo hacerlo.
Se nos olvida vivir, señores, eso es lo que nos pasa. Creemos que tenemos tiempo y ese tiempo se va como la arena entre las manos, así de sencillo. Si se paran a pensar verán que tengo razón, por lo que en la teoría sacamos sobresaliente, pero poniéndolo en práctica somos deficientes.
Mis familiares se han ido, pero a mí me toca estar, por lo que los llevo conmigo y no por ello pierdo las ganas de luchar.
Pero claro, por otro lado el dolor por una infidelidad es tan profundo para las personas que se aferran a creer que sus parejas son ese clavo ardiendo que no deben soltar, que es lo más peligroso que pueden experimentar, por no ser capaces de caminar solos por la vida aunque sea descalzos y con cristales haciendo heridas, es lo que les debe frenar para avanzar. ¡Venga ya, hombre! Aquí me enfado y con creces.
Hace poco le dije a una amiga lo siguiente cuando me contó que una conocida había pillado su marido con otra y lo mal que lo estaba pasando. Claro que tenemos derecho hasta para renegar de Dios en esos casos, pero yo voy más allá y con cara de arpía en acción, donde soy la maestra en cuestión, le dije lo siguiente: “ Mira, cariño, en el momento que mi txurri me diga que se está tirando a otra o que se siente atraído por alguien ese mismo día, y sin darle casi tiempo a terminar la frase, estoy marcando el teléfono de quien me apetezca y le pregunto que si tiene algo que hacer por la noche, por lo que ese mismo día duermo acompañada y tengo sexo como una diosa”.
Ella me miró y la carcajada que echó fue tan sonora y profunda que de poco se ahoga la pobre, y cuando vio que mi cara era de decirlo absolutamente en serio se sorprendió aún más mientras cogía mi taza de té y lo saboreaba pensando en algo sexual, estoy segura de que se dio cuenta de la escena.
Que no, hijas mías, que no estoy aquí para guardar luto por nadie con cara de pepinillo violando a las aceitunas de bote, que no me da la gana de que me vean sufrir y estancarme en un andén mientras pasan los trenes, que no quiero y me niego a ser parte de una sociedad en donde te valoran según el dolor que pases y el tiempo que emplees.
No estoy aquí para demostrar nada, ni que fuera una Medium queriendo hacer ver a la gente que conecto con el más allá para preguntarles a los que se han ido si han visto la luz, si es ocre, morada o traslúcida y si los que le acompañan visten de negro o blanco nuclear. Ya me daré yo cuenta cuando me llegue el día, mientras tanto debo dejarles marchar, vamos hombre, ¿estamos tontos o qué?
¿Quién narices es la gente para cuestionar si siento tal o cual grado de dolor porque son ellos los que marcan las pautas? Esas pautas las marcó yo llamando al 112 para decirles que está Fulanito en la cornisa de la ventana y que dice que se lanza al vacío si no viene Lady Gaga, ¡no te digo! Yo marco mis tiempo, no tú, a ver si te enteras.
Somos libres, nunca lo olviden, y las personas somos diferentes porque nuestro ADN nos hace únicos e irrepetibles. Jamás dejaré que mis sentimientos recaigan en que tú u otras personas ensalcen mi personalidad porque consideran que sus tiempos son mejores que los míos.
Conmigo no cuenten para demostrar nada, me lo muestro a mí misma siendo fiel a mis principios y mis sentimientos, por lo que como un día me encuentre a alguien que me juzgue por no haber guardado los duelos se va a encontrar a alguien que no le va a gustar en absoluto. Siempre he sido la que voy en sentido contrario a las agujas del reloj, a la que quieren atar en corto porque se sale de la norma y la que mola mogollón porque ven que soy la fiera indómita con lazo rosa en el cuello y zapatos de tacón en exceso.
Lo siento, no atesoro traumas, ni malos trances, ni lo que se les antoje. No guardo espacios, no guardo nada que me haga perder el tiempo. ¿Qué te vas? Vete, ya pondré recambio a lo que has dejado ausente en mi cama. ¿Que se me van los seres queridos? Sé que me acompañan ¿Que si no vas con cara de lechuga en remojo no sufres nada? Ahí le has dado y con ahínco, efectivamente no soy lechuga envasada, si no de huerto ecológico y con label vasco de confianza.
¡A la mierda con lo que piense la gente de tu persona! Decide tus espacios, elige tus tiempo, pero nunca, jamás de los jamases, te estanques porque ni Dios te va a devolver lo que pierdas y no lo vas a recuperar ni con agua hirviendo.
¡Qué cansinos somos! A ver si despertamos y aprendemos a vivir de otro modo. Prefiero que me juzgues a que me estanque. No pienso estar con ranas y nenúfares porque tú consideres que fíjate esta que no guarda el duelo y no sufre por nada.
Madre mía qué a gusto me he quedado escribiendo esto. Lo dicho, voy a vivir que me estáis haciendo perder el hilo conductor de la existencia y no estoy para esos menesteres varios.
Vivan, señores, ¡Vivan! A ver si se dan cuenta de que se les olvida respirar y prefieren morir en vida.
A mí ni me llamen para esto último que tengo cita en la peluquería y cuando salga, si llueve, dejaré que mi peinado se moje para sentir que estoy viva.