Miedo a opinar
Estos días ha salido a la palestra la desafortunada noticia sobre un sorteo de Navidad en un cuartel de la Guardia Civil en donde no voy a hacer propaganda electoral porque ni me presento a las elecciones ni utilizo la estupidez humana como moneda de cambio, pero sí que me propuse hacer un pequeño experimento para saber hasta qué punto las nuevas leyes del Ministerio del Bozal nos inhiben de la única libertad que tenemos, la de opinar.
Si cuando digo yo que la pandemia nos trajo las mascarillas no solo para protegernos, sino también para cerrarnos el pico no voy descaminada. Hay tanto pavor a decir lo que uno piensa que estamos ante la censura más potente que se ha vivido en democracia.
Pues bien, como quería ser objetiva para poder afirmar si estaba en lo cierto o no en mis especulaciones sobre si tenemos temor a que se nos estigmatice por dar un punto de vista, decidí preguntar a colegas y amistades para ver si podían dar su opinión sobre dos temas en cuestión; uno sobre fantasías sexuales y el segundo sobre ese mismo asunto del sorteo maldito.
Obviamente hubo gente que declinó la oferta por no estar interesado en el tema, por falta de tiempo o porque ni les va ni les viene, totalmente respetable. Eso no era lo que me interesaba, si no recibir dos mensajes que me dejaron helada, donde manifestaban el miedo absoluto a pronunciarse al respecto. Ahí se me encendieron todas las alarmas y me contesté a mí misma con la frase: “estamos muertos de miedo en una sociedad donde la libertad de expresión se está anulando por completo y todo es delito, hasta respirar es delito, porque te miden el CO2 y como no sea el correcto vas al paredón.”
La pregunta que me asalta en estos momentos y que me escandaliza es ¿por qué estamos viviendo un retroceso de la sociedad hasta tal punto que a los gobiernos extremistas los estamos convirtiendo en buenos porque lo que vemos con el actual es la estupidez humana en estado superlativo?
Siempre he abogado por la libertad de expresión en todas sus connotaciones y denotaciones varias, eso sí, desde el respeto y teniendo presente que mi libertad termina donde empieza la tuya, pero instaurar un pánico al hablar en la sociedad solo es propio de los gobiernos comunistas, llegando a un nivel tan elevado que pocos podrán superar, porque para eso hay que hacer oposiciones al Estado.
Y como he dicho, me centro en la respuesta de los que sí han manifestado el miedo con todas sus letras, sobre todo en hombres, alegando que las cosas no estaban para opinar y que no querían decir absolutamente nada, aun sabiendo que tendrían una argumentación inicial para expresarse con claridad.
A esto hemos llegado, señoras y señores, a la censura en “positivo”, porque sobre un tema delicado que se estaba tratando, aunque efectivamente poco habría que valorar porque todo está dicho, que alguien prefiera no decir ni tan siquiera que está en contra de lo que sucede porque hasta eso sería síntoma de poder dar la vuelta a la tortilla es preocupante.
Las mujeres parece que no tenemos ese problema a la hora de pronunciarnos, pero los hombres están ante una plaza de toros sin capote y con las manos atadas porque de esta no salen porque están ante una muerte segura mediática y sin que nadie salga en su defensa.
Como bien he dicho es un tema delicado en el que poco se tendría que argumentar, pero mi pregunta es la siguiente; ¿por qué se tiene miedo a opinar aunque sea hasta para decir que se está en contra de lo que ha sucedido? Ya se lo contesto yo, porque sí o también no se les va a creer en lo que digan, tanto a favor como en contra, alegando, presuntamente, que la cabra tira al monte, que deben ser reconducidos por una orientación de sometimiento hacia la fémina y porque si lo que manifiestan es estar en contra y lo critican es una reacción propia del patriarcado, cuando en realidad lo que esconden es su verdadera identidad y la camuflan con un traje de guerra que se ve de lejos, porque efectivamente ocultan algo en su alegato favorable; vamos, un lado oscuro a lo Dark Vader, por lo que las extremistas tiene un máster en reconocerlos y nadie las engaña, que para eso llevan un scaner última generación en el bolso, como las profesionales de saldo y esquina un datáfono.
Y esto sucede porque ahora se está desmontando el tema de que hay hombres progres que se manifiestan a favor de las Leyes del Ministerio y después se ha visto que hay mujeres que los han denunciado porque llevaban años acosándolas, solo tienen que tirar de hemeroteca para comprobarlo, por lo que una vez más no se les cree, de ahí el miedo a manifestarse de un lado o del otro, llegando a la conclusión de que no hay ni uno bueno. ¡Que viva el feminismo y su dictadura!
Jamás pensé que vería lo que estoy viviendo en una era en donde pensaba que la libertad era lo que todos necesitábamos. Juro que parece que he retrocedido a los años 60 donde todo era censurable y donde la sociedad estaba estancada. Pues sí, señores, este es el caso, hemos vuelto al punto de partida, en un juego de la Oca en donde cada vez que caemos en el pozo o en la casilla de la muerte debemos volver a empezar. Como bien decía mi profesor de historia cuando estudiaba bachiller en los Menesianos, es darle la vuelta al calcetín sabiendo que huele a sudado y aun así no nos rebelamos porque nos anulan una vez más. ¡Cuánta razón tenías, Hermano Nemesio!
El problema, una vez más, es que esto se vuelve a utilizar como doble vara de medir en un Gobierno que no va a querer despegar su culo de un asiento cómodo y adinerado y sin embargo algunos son capaces de contratar, presuntamente, servicios poco recomendados para una carrera de ascenso a un infierno cada vez mejor direccionado. ¡Ayyy, lo que conlleva tener una hora de placer y las consecuencias que conlleva, Ministros! A eso le llamo yo la Ley del embudo en todo su esplendor.
Ahí está la clave de lo que estamos viviendo, la doble moralidad exacerbada que nos doblega, nos hace claudicar y nos somete hasta tal punto que ese miedo, que repito una y mil veces en este artículo, sea el motor de la sociedad hasta que nos controlen en exceso y nadie haga nada para liberar los yugos que nos oprimen.
Una vez más, bienvenidos a la distopía de un Estado de derecho, que de derecho no entienden ni de Leyes, porque no han cogido un libro en su vida ni sabe interpretarlo.
De nuevo los hombres son condenados, como estos miserables que sortean a una fémina en Navidad, quienes sí han jugado con la dignidad de una mujer, pero sin embargo esconden la intención desde el Congreso de que aquí nadie se pronuncie, no vaya a ser que suba el pan, la lista de la compra se multiplique y los huevos sean de dinosaurio en vez de gallinas veganas.
El hartazgo es absoluto, es cansino y el silencio es atronador porque desde ahora nadie va a querer debatir hasta si el aceite que viene de Ucrania está adulterado y tras varios análisis se han dado cuenta de que es aceite de tanque de guerra.
Increíble lo que pueden hacer para que te anulen y controlen con el temor. Es la mejor receta para controlar a la sociedad y mostrar que las medidas que se toman son por un bien común, cuando a mí ni tan siquiera me han enviado la papeleta de la encuesta al buzón de mí casa por si las moscas.
Esta jugada del Gobierno es tan buena que será analizada en los anales de la historia en un futuro por ser la mejor estrategia empleada para el control social en cuanto a la libertad de expresión se refiere.
Las estrategias de la Roma clásica serán consideradas por los nuevos eruditos del futuro como una broma obsoleta porque lo de estos es de un nivel que ni se estudia en la universidad y lo tiene guardado desde hace años, encerrado en el cuarto oscuro donde figura un cartel que pone claramente : “no pasar salvo riesgo de muerte súbita”.