Sacrificio estival
Ya está aquí el verano y con él la inmensidad de anuncios que te impulsan a ponerte a dieta sí o también.
Es más, sabes que la época estival se acerca por la cantidad de ellos que te bombardean todos los días con la intención de que compres sus productos milagrosos para adelgazar, porque te has puesto en el invierno como Sancho en la ínsula Barataria y no es plan, ¡qué va!.
Es curioso que solo les importe a ellos y no a ti en cuestión la salud y la obesidad en estas fechas, como si el resto del año estuviera justificado y solo cuando tienes que mostrar tus carnes lozanas en la playa es cuando verdaderamente interesa que te cuides, sí señor, con la iglesia hemos topado y con el marketing de unos pocos para ganar dinero a espuertas.
Pero hay algo que todavía me llama más poderosamente la atención y es que solo esos spots publicitarios están dirigidos para las mujeres, como si los hombres importaran un pepino de oferta en el supermercado y solo nosotras tuviéramos el sacrificio de hacer dietas que lo único que provocan es un efecto rebote para que cojas más kilos de los que has dejado, vamos, como si una fuera avariciosa en extremo y quisiera recuperar lo suyo perdido y lo del vecino por si viene la tercera guerra mundial y nos pilla sin reservas al pasar hambre.
¡Vamos, hombre!. ¿A dónde queremos ir a parar?. Esto es ya el colmo de los despropósitos reduciendo nuestro género a que seamos bellas y observadas en una playa atestada de barrigones con tripa de cerveceros que lo único que quieren es que tú estés bella para el gozo y disfrute de unos pocos.
La culpa no es de ellos, para nada, sino de una baja estima que lo único que quiere es estar delgada en verano y en invierno como la vaca Paca porque da igual, ya que el abrigo lo tapa todo y el resto no importa.
Quizás, y digo solo quizás, deberíamos tomarnos ambos géneros el tema más en serio de lo que lo hacemos y adquirir estilos de vida saludables para todo el año, aunque te permitas algún exceso de vez en cuando, que el gozo y disfrute es para todos y no solo para unos pocos.
De verdad que da grima ver a ciertas mujeres meter barriga en la playa cuando hagas lo que hagas esta se niega a introducirse más, que parece que va a salir disparada la grasa por la columna vertebral de la fuerza ejercida en el intento, de verdad que da un agobio increíble verlo, pero más pena da ver el autoanálisis que emplean algunos y algunas para justificar su estado de obesidad adquirida durante largo tiempo, dejando que el autoengaño haga acto de presencia para soltar una carcajada cada vez que escuchas justificaciones absurdas y baladíes de por qué se ha llegado a esa situación.
Frases como: “tengo las caderas grandes y por eso soy ancha, “no como nada y todo me engorda”, cuando te has pedido un curassan a la plancha para desayunar en la degustación de al lado como cada día, “mis huesos me pesan mucho, ya me lo ha dicho el médico”... cosas de ese tipo que lo único que hacen es que te des de bruces con una realidad que no quieres ver, pero que te golpea como si estuvieras derribando el muro de Berlín con Gorbachov dándote el mazo.
Y lo más sorprendente es que a ellos nunca, jamás de los jamases, les oyes decir esas tonterías de medio pelo, pero sí que te exigen, no todos, claro está, con sus miradas maliciosas, que te pongas a dieta porque pareces una Cetalí, dígase mitad cetáceo, mitad jabalí, y no eres fácil de mirar.
¡Venga, hombre!. Estaré como me dé la gana y si quieres ver una jabata de carnes duras y vientre plano conmigo no cuentes que las mías están cedidas por los años y me doy el homenaje cuando es día santo y cuando no también, con conocimiento de causa y sin pedir perdón ni a Cristo bendito.
Lo dicho, si queréis cuidaros, hacerlo, pero no os justifiquéis ni os pongáis en manos de las Aramís Fuster de los milagros de la dieta porque vais a pasarlo peor que mil curas en abstinencia en cuaresma.
Y defiendo a los gordos y gordas en todo su esplendor, porque cada uno decide estar como le dé la real gana que para eso es su cuerpo y nadie debe rendir cuentas ni a San Pedro. Ya está bien de la gordofobia y lo que está acarreado en una sociedad hipócrita y carente de escrúpulos donde se imponen las tallas a golpe de mazo y cincel. Iros a la mierda más absoluta a ver si os apestáis con el aroma.
Si una está feliz con su cuerpo, ¿qué problema hay en ello?, ¿quién dijo cuál era la talla perfecta y en qué valores se fundaron para hacerlo Ley?, Si una decide estar gorda que lo esté y punto, ¡joder con la vara de medir y su engaño absoluto!.
¡Pues anda que no veo yo jamelgos con patas de cerdo ibérico y no me entran ganas de catar la veta ni el lomo de cuando sea la época de matanza en el pueblo!. Si es que tenemos lo que nos merecemos por tontas extremas queriendo ser lo que no hemos sido en la vida.
Lo dicho, sean ustedes felices con la talla que tengan, pero no se justifiquen ante gente que te juzga a ti para no aprender de sus errores ni complejos varios. No les den ese gustazo, por favor, no merece la pena.
Quiéranse un poquito más que es gratis, placentero y trae más beneficios que penas para los rastreros.