Un veraneante de Santoña visita las cuevas de Altamira 23 años después de pedir las entradas
Adolfo Pérez Muela, natural de Madrid y vinculado a la villa, realizó las gestiones en 1999 con el fin de acudir con los amigos y ahora lo ha hecho con la familia
Después de 23 años, Adolfo Pérez Muela, un madrileño que veranea en Santoña desde su infancia, ha podido visitar las cuevas de Altamira.
Cuando tenía 31 años, en 1999, solicitó, por carta, nueve entradas para visitar la cavidad. “Creo recordar que era el máximo que permitían y lo hice por carta, ya que el e-mail todavía no estaba muy implantado”, recordó.
Pues, precisamente por carta la dirección de la Cueva Altamira contacto con este ingeniero de Edificaciones que ahora tiene 53 años. A partir de esa comunicación, el día 12 de octubre de 2021 ya contactaron por correo electrónico y el 21 de diciembre le notificaron que disponía de cinco entradas para visitar una de las joyas del arte Paleolítico.
Ilusionado y encantado después de tanto tiempo, ni lo dudó y el sábado, día 12 de febrero, con su familia, su mujer Puerto y sus dos hijos, Alonso y Javier, se presentó en Cantabria para disfrutar de la esperada visita y pasar por Santoña para ver a la familia. “No tenía ni idea de lo que podía tardar, pero lo que pretendía hacer con los amigos, lo he hecho ahora con la familia”, señaló.
Adolfo Pérez Muela está vinculado a la villa, ya que su madre y su mujer son de Santoña y durante estos años nunca se olvidó de la petición realizada. “No me llamarán nunca, solo permitirán el acceso a famosos”, pensaba. Pero, su día llegó y la sensación que tiene es que ha existido honestidad y honradez a la hora de respetar el orden de petición.
Siempre ha sido consciente del cierre que sufrió la cueva durante años y las restricciones existentes para visitar Altamira con el fin de conservar en condiciones óptimas las pinturas.
De hecho, y con el objetivo de mantener las condiciones naturales de la cueva, solo permiten visitas de ocho minutos a cinco personas cada sábado. Y los privilegiados que realizan el recorrido deben hacerlo con un traje, gorro y zapatillas con el fin de evitar que entren bacterias y contaminen este ecosistema.
“Primero se conoce la reproducción de la cueva de Altamira y en ese momento te ofrecen todo tipo de explicaciones sobre el arte rupestre y después se visita la cueva, donde se habla lo mínimo, ya que hasta el aliento afecta y deteriora las pinturas”, comenta cuando se le pregunta sobre esta experiencia.
Conservación
Adolfo Pérez califica esta cavidad como la Capilla Sixtina del arte rupestre, y su impresión es que se cuida y se defiende de forma exhaustiva su conservación, controlando en todo momento la temperatura y la humedad y las condiciones en que se realizan las visitas.
Las entradas costaron tres euros para los adultos y los niños entraron gratis y eso permitió a la familia conocer la riqueza cromática de las pinturas y las diferentes técnicas, donde las más antiguas tienen 18.000 años y donde los diferentes creadores han respetado las pinturas ya existentes en las rocas.
Y es que Adolfo Pérez concede mucho valor a la naturaleza, el patrimonio y la cultura, por encima de otras muchas cosas. Por este motivo y cuando se le pregunta por la experiencia vivida, su contestación es que ha merecido la pena la espera. “Más vale tarde que nunca, encantado con el trato recibido y los pocos privilegiados que entran, flipan”.