Aquí no gana nadie
Ya se han celebrado las elecciones generales, en pleno verano pero con ganas de votar a pesar de las dificultades por el momento elegido por Pedro Sánchez. Y se pueden sacar unas primeras conclusiones de los resultados que hemos conocido.
Ya vimos un primer dato que llamaba la atención, el voto por correo batía su propio récord de participación y la entidad pública cumplió con creces el reto de cumplir en la distribución de las papeletas. Esto ya mostraba que había una disposición grande de los ciudadanos para votar, lo que después se confirmó con la participación del voto presencial, aumentando cuatro puntos con relación a las anteriores elecciones de noviembre de 2019.
Habría que recordar a algunos que en España tenemos elecciones parlamentarias y no presidenciales. Quiere decir que aquí gana el partido político que es capaz de reunir suficientes apoyos parlamentarios para formar gobierno. Y si no se consigue, no gana nadie y hay que volver a votar.
Recordado este punto fundamental, veamos que han elegido los ciudadanos. Como siempre, todos dicen que han ganado. Vale, ahora vamos a desmenuzar los datos y ver las posibles causas.
De primeras, crear expectativas demasiado ambiciosas es peligroso porque si no se cumplen, queda la sensación de haber perdido, incluso habiendo subido en votos y escaños. Esto es lo que le ha pasado al Partido Popular, que “vendió la piel del oso antes de cazarlo”. Ha subido mucho con respeto a lo que tenía hace cuatro años (que era bajísimo), pero como nos habían hecho creer que iban a subir hasta casi la mayoría absoluta, pues la sensación es tan agridulce que parece que hayan perdido, aunque hayan sido los más votados.
Ese frenazo de los resultados del PP con respecto a las expectativas podría tener varias causas. Está claro que ha habido un “voto refugio” contra la ultraderecha de Vox, gente de izquierdas poco motivados para votar e incluso votantes de otras ideologías que han decidido dar su voto al PSOE (algunos tapándose la nariz) para evitar que los extremistas de derechas lleguen al poder, o sea, voto del miedo.
Se ha demostrado el error de cálculo del PP con sus acuerdos con Vox en ayuntamientos y Comunidades Autónomas, como en Valencia, Extremadura o Castilla y León. La gente vio que al PP no le importaban las barbaridades que Vox pedía para entrar en ayuntamientos y gobiernos autonómicos, se percibió el peligro y huyeron.
Y la soberbia, ¡qué mala consejera es!. En el debate cara a cara con Sánchez se vio a un Feijoo muy altanero, intentando frenar a un presidente en horas bajas. Pero luego descubrimos que muchos de los datos y afirmaciones que dijo eran o medias verdades o falsedades claras. Y a la gente la puedes engañar una vez, pero dos veces no. Y eso ocurrió en la posterior entrevista en TVE donde se demostró que no tenía nada claros los datos de las pensiones y no solo no pidió disculpas, sino que arremetieron contra la periodista que sí tenía bien los datos.
Los últimos días de campaña para el PP fueron muy negativos, lo que terminó por inclinar la balanza de votantes indecisos hacia “lo malo conocido”.
Y el PSOE, que lo daba todo por perdido, se encuentra con que aún respira, que le han llovido votos cuando no lo esperaban, aunque siguen sin ganar elecciones, siguen con resultados muy bajos en comparación con otras convocatorias electorales. Aquí las expectativas son al revés del PP. Creían que iba a ser un hecatombe y se han encontrado con que, no solo no hay desastre, sino que incluso han subido algo con respecto al 2019. Sensación de haber ganado, aunque no sea cierto.
En Cantabria, el PRC no se presentaba y parece que gran parte de sus votantes también usaron el voto refugio contra Vox y dieron el apoyo al PSOE.
Los resultados generales han sido tan bajos para todos que nadie ha ganado, o nadie ha ganado lo suficiente. Hasta los partidos nacionalistas y la extrema derecha caen con fuerza. O sea, todo disperso.
Las consecuencias políticas de todo esto las iremos viendo en los próximos días, y a lo mejor hay novedades. Pero estando así las cosas, va a ser casi imposible llegar a ningún acuerdo de investidura, por lo que nos tememos que al Rey le espera, de nuevo, poner cara de póker y volver a convocar elecciones.