Ola de calor, ola de incendios
Dice el refrán que uno se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, en nuestro país nuestros responsables políticos se acuerdan de la prevención de los incendios cuando nuestros montes arden por los cuatro costados.
Es cierto que a los políticos no se les puede echar la culpa de todo, pero la impotencia que sienten tantas familias al ver como las llamas llegan a sus pueblos es desesperante. Allí, al lugar del destrozo, pronto irán el alcalde, el presidente de la comunidad y si el incendio es de grandes dimensiones, algún ministro e incluso el propio presidente del Gobierno.
La misión es siempre la misma, tranquilizar a la población, que está muy bien; pero, aprovechando el viaje, prometerán lo que nunca van a realizar, tomar medidas para que estos incendios no se vuelvan a producir.
Desgraciadamente, según pasa el tiempo, en la España despoblada o también la España olvidada, siguen oyendo los cantos de sirena, pero la realidad es muy dura, cada vez menos medios, menos personas, menos recursos y más promesas incumplidas.
A veces uno siente que el centro del mundo está en Madrid, si en Madrid hace calor, todos nos estamos asando y si nieva todos estamos tiritando, ese centralismo informativo, político, desvía constantemente la atención de los problemas de otras partes de la población.
Otras veces, es la construcción de Estado, años y años dando vueltas a los mismos conflictos territoriales, pero si vives en Villaperdida, ya te puedes dar por fastidiado. Los jóvenes no tienen oportunidades y se van a la ciudad, donde pueden conseguir un proyecto de futuro.
En los pueblos perdidos de la mano de Dios y nuestros responsables, solo quedan unos pocos ancianos. Los pueblos, las aldeas se van destruyendo, el tiempo y la naturaleza con la ayuda de los que solo invierten donde pueden sacar una rápida rentabilidad, los van ocultando, escondiendo al mundo.
Cuando el loco del turno, el que te parta un mal rayo, cae en la zona, al no haber cortafuegos, ni caminos abiertos, ya que la maleza se ha comido los senderos, allí prende el fuego y corre por el monte ante la desesperación y el lamento de todos. Esto se repite una y otra vez, que hace mucho calor, que hay riesgo, que algunos incendios son imprevisibles; seguro, pero señores no vendan verdades trucadas, no engañen al personal.
Lo que es claro, es que cuando se quiere resolver un problema, hay que poner las medidas apropiadas, los recursos necesarios; ahora bien, donde se reducen las brigadas de limpieza de nuestros montes, contratando solo trabajadores en el tiempo de verano, cuando sigue habiendo tanto pirómano, unos con la lata de gasolina y otros desde su despachito oficial, las consecuencias las pagamos todos.
Lo que es una verdad como un templo, “cuando un monte se quema, algo nuestro se está quemando”, para agudizar más el problema ¡¡ madre mía, aquí está ya la sequía!!… miedo a los tiempos que nos vienen, aunque “no hay mal que 100 años dure, ni….”.