La raya de la vergüenza y los Derechos Humanos
Hace unos días cronistas deportivos y aficionados discuten y le dan vueltas a si el balón que supuso el segundo gol de Japón , que estuvo a punto de dejarnos fuera del mundial, mandando a Alemania de regreso a Berlín, había o no traspasado la raya.
Tomas varias, fotografías, desde diferentes ángulos, todo para defender las opiniones de cada uno, según su saber y habilidad para describir una situación real o paralela. ¡Cuánto tiempo y esfuerzo para un tema baladí!. Hay otra raya, la de la vergüenza, esa que tanto discuten entre los parlamentarios en el Congreso y sus hooligans en los platós y redes sociales. La raya que separa la frontera entre España y Marruecos por Melilla.
Los 23 muertos, reconocidos, asesinados o aplastados por las fuerzas de seguridad, su memoria no merece ni una comisión de investigación. La importancia es por parte de unos decir, que esos muertos no son suyos, y por parte de los otros, cargarse o desgastar al Gobierno e incluso si es posible conseguir la dimisión o el cese del ministro de interior.
Eso sí, al propio ministro de Interior y al propio presidente del Gobierno esa actuación que acabó en una masacre, donde en videos y fotografías muestran cuerpos inertes, amontonados sobre un charco de sangre, les parece proporcionada y ajustada a derecho. Ahora bien, si alguna de estas personas fallecidas hubiera muerto un metro, unos centímetros dentro del territorio español; por cierto, algo que denuncian organismos independientes, entonces todo hubiera cambiado. Qué mala suerte tienen hasta los propios muertos, que no saben, ni pueden elegir el lugar donde van a dejar de vivir.
Tanto cinismo, tanto hipocresía se tolera en nuestra sociedad como una disputa política más, mucho hablar de derechos humanos, mucho de libertad y solidaridad, pero no de esos muertos, de los que nunca veremos sus nombres publicados, ya que sus vidas valían menos, que el dinero que llevaban en sus bolsillos.
Ni España, ni mucho menos Marruecos, ni la propia Unión Europea han condenado esta violencia, han mirado para otra parte, se han escondido cobardemente e intentan quitarse de encima cualquier tipo de responsabilidad.
Pedir una investigación independiente, imparcial para lograr justicia para las víctimas, es ya una quimera, sin embargo cuando se vulnera de una forma tan flagrante los derechos humanos, todos somos más débiles, todos estamos expuestos a que un día nos toque a nosotros. Cuando se deja pasar una injusticia tan grande, se está construyendo otra, que como un tsunami quizás destruya nuestros propios derechos.
Todo sea por la buena convivencia con nuestro vecino. Todo sea por no romper unas relaciones, construidas con la traición al Pueblo Saharaui. La política exterior de España, en este caso, merecería por sí sola, no un artículo, quizás varios libros para saber, qué nos ha hecho un pueblo estandarte de tantos mítines, ejemplo de una lucha por su libertad, para abandonarlo a su suerte, qué fácil es irse con el más fuerte, qué fácil romper compromisos que ya casi nadie quiere recordar, enfrascados en otras noticias, en otros escándalos, porque la traición como la mentira, también parece tener fecha de caducidad.
Cuántas rayas se están saltando, cuánta injusticia cometiendo, en nombre de vaya usted a saber qué razones, que al común de los humanos nunca nos han explicado y cuando lo han intentado sonaba tan falso como la moneda de 4 euros, que de mano en mano va y ninguno se quiere quedar con los muertos en nuestra frontera. Quizás con esa moneda y muchas más se le paga al reino alauí para tapar nuestras propias miserias.
El tiempo pasa, y un escándalo tapa otro, pero esos jóvenes, incluso niños que allí dejaron sus vidas, tuvieron la desgracia de nacer con el pecado original de la pobreza, y morir junto a un mundo que les deslumbró y después apagó todas las luces para que nunca más se supiera de ellos.
Por ahí, cuatro quijotes siguen gritando que los derechos humanos son universales y no pueden saber de fronteras, pero hay tantos intereses, que esa voz se tapa con el ruido de las peleas, por unos cuantos votos, que para algunos importan mucho más que las vidas perdidas.
El sábado 10 de diciembre es el día de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, desde las 8.00 horas, en el ayuntamientos de Santoña, sale un grupo de personas, de Iniciativa Solidaria 0,77 por ciento, pidiendo para los que más los que peor lo están pasando, a las 10 pasarán por el Ayuntamiento de Escalante, sobre los 11.15 en el ayuntamiento de Argoños, para llegar a 12.15 a Noja. y a las 14.15 a Arnuero. Por la tarde, a las 16.30 en Bareyo, para finalizar a los 18.00 horas en Meruelo, si los ves pasar acompáñalos es por una buena y justa causa, dar al que lo necesita.
El sábado siguiente, día 17 de diciembre, en el Centro Cultural de Argoños, a las 11.00 horas, se celebrará el acto central de la Asociación de Maltratados por la Administración (AMA) en apoyo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se leerán los mismos, su difusión es necesaria, su respeto una obligación de todos, sin embargo…
Fue un viernes 24 de junio, que si no fuera por la lucha de intereses, esos 23 muertos, reconocidos oficialmente, dejaron su vida en el puesto fronterizo del Barrio Chino, entre Nador (Marruecos) y Melilla (España) ya estarían en el olvido. Como nos contaban los poetas "Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo". Ellos se han ido del mismo “ligeros de equipaje”, como vinieron. Qué pena, qué injusticia que un sistema corrupto les haya robado, no ya sus ilusiones, si no su propia vida.
Ironías de vida; en Marruecos celebran, con todo derecho, su pase al cuatros en un Mundial eliminando a España. Cuantos que también quisieran celebrar ese éxito, se quedan por el camino, ellos duermen eternamente en la mar, a orillas de la frontera, ellos nunca pudieron pasar, sus sueños allí quedaron enterrados. Que los Derechos Humanos traspasen los muros, las fronteras, las vallas, para que se cumplan en todas partes.