El futuro: en tus manos
Los clásicos enseñan que la forma de libertad humana más perfecta resulta la “libertas”. Su práctica otorga “señorío”, esto es: dominio sobre sí mismo, saber priorizar entre lo contingente y lo necesario, y capacidad para elegir lo mejor y más conveniente posible.
El ciudadano que pretende un servicio óptimo a la comunidad debiera actuar conforme a esta forma de libertad ¿Renunciarías al don supremo de la libertad? ¿Aceptarías que otro eligiera por ti? ¿Tolerarías la etiqueta de “esclavo”? La respuesta inmediata, acorde con nuestra dignidad de persona, exige una negación rotunda.
No obstante, el influjo de la postmodernidad sobre nuestro escenario social y político persiste hoy en su idea de reedificarnos en una “nueva-vida-plena”. Aunque se parapeta en el reconocimiento de todo “tipo” de derechos y libertades, en su propósito de redefinir el carácter de la persona busca anular su aptitud natural para adquirir “señorío”: tanto encorsetando su espíritu crítico racional, como controlando qué se debe pensar y decidir. ¿Esto resulta un modo de esclavitud?
Este asunto va más allá. Eliminada la libertas, esta filosofía determina qué libertad sí puede usarse, a saber: la que responda a parámetros “infantiles”. Es decir, aquella que se reduce al albur del capricho que depende de sensaciones y deseos aleatorios, y que en ningún momento la razón entra a valorar su conveniencia y si debiera reconducirse. En definitiva: “haz lo que quieras, no refrenes tu voluntad”.
De esta manera, sin posibilidad de forjar un criterio propio y en un contexto que trata a las personas como “menores de edad”, el sujeto pierde su singularidad individual, confundiéndose su voz entre la “masa”, que como ente colectivo tiende a defender principalmente el interés general y no el bien común. Este estilo de vida postmoderno, ¿ofrece realmente una auténtica libertad?
Ciertamente, los hombres y mujeres de nuestro mundo “civilizado” (y supuestamente más avanzado) ceden cada vez más parcelas de su valiosa libertad individual. Por lo que, tristemente nos encontramos en una sociedad “encadenada”, que limita el desarrollo intelectual y de progreso real de sus ciudadanos.
La imperante doctrina woke de “lo políticamente correcto”, procedente de otras latitudes, que persigue cualquier referencia positiva a nuestras tradiciones, está infiltrándose en nuestra sociedad y constituyendo un “pensamiento único”. El “empuje” de sus argumentos podría motivar el que si no la respaldaras públicamente, sería causa fundada de sospecha y persecución porque “no piensas ni actúas como la mayoría”. Esto no es libertad. ¿Acaso está en riesgo nuestra democracia? ¿Vas a quedarte de brazos cruzados?
También esta falta de personalidad, y de libertad, salpica al ámbito de nuestras instituciones y gobernantes políticos. Por eso es importante no dejarse arrastrar ni por apariencias que persiguen engañar nuestro entendimiento, ni por palabras huecas que sólo provocan ruidosas distorsiones en nuestro fuero interno, y que conducen a juicios erróneos y elecciones equívocas.
Este domingo 28 de mayo, solemnidad de Pentecostés, estamos convocados a comicios municipales y autonómicas. Este poder civil de los próximos cuatro años está pendiente de qué rumbo emprender. Y somos nosotros, como pueblo soberano, los responsables de decidir su rumbo.
Por lo que, sin renunciar a dejarse irradiar por el Espíritu Santo (¡toda ayuda es poca!), te invito a ejercer en plenitud tu libertad, poniéndola al servicio de la comunidad. Y así, con “señorío”, dueño del presente, optar con tu voto por “lo mejor y más conveniente” porque el futuro está en tus manos.