¿Idiota o ciudadano?
IDIOTA. Este apelativo surge durante la Antigüedad Clásica para calificar a la persona que, descuidando su dimensión política como ciudadano, no se implica de ningún modo en los asuntos relativos a la comunidad (pólis) a la que pertenece, ya que únicamente se preocupa de cuidar sus propios intereses.
Quien opta por este estilo de conducta manifiesta un profundo pasotismo vital, falta de compromiso e insolidaridad por aquellos que le rodean: ¿acaso las cuestiones sociales no van con él ni pueden afectarle? Qué craso error.
Nuestra sociedad Occidental contemporánea se encuentra “atrapada” por el nihilismo (y, por el momento, parece que no logra escapar de su influencia). Esta filosofía persigue que el carácter de la persona se configure a través de la adquisición de actitudes antisociales, que encuentran en el egocentrismo y la autosuficiencia su suprema expresión de libertad humana.
El sujeto que asume estos postulados antropológicos llega a creerse auténticamente “libre”, y con capacidad para justificar cualquier sospecha y crítica sobre toda realidad que intente frenar aquello que no redunde en beneficio de su propio “yo”, ya que -ambiciona el nihilista- fuera de él no existiría verdad ni bien, ni siquiera progreso social.
Este encumbramiento del individuo, frente al valor positivo del “otro”, resulta una depurada forma de limitar nuestra libertad y facultades superiores. Además de desmotivar a la persona para que se involucre en “la política”, es decir, en la participación de toma de decisiones para un buen gobierno de los temas públicos. De esta manera, enterrar el más mínimo atisbo de compromiso cívico que se posea se erige en un objetivo prioritario del nihilismo.
Por consiguiente, el diagnóstico resulta claro: nuestra sociedad presente se encuentra “idiotizada”, pues en ella prevalece una “programación” nihilista con el siguiente leit motiv: “cada uno a lo suyo, y el resto no te importe”.
Efectivamente, hoy el tipo de comportamiento más extendido que se emprende es sólo aquel dirigido a satisfacer los propios intereses particulares. A lo sumo se busca un interés general, aunque no siempre coincida con el Bien común. Lejos se sitúa la entrega y la responsabilidad por mejorar las condiciones que conforman el entorno social en el que se vive.
Nadie parece oponerse a este código que nos aleja de intervenir en el presente y futuro de nuestra comunidad. Este desdén evidencia cómo nuestra sociedad también permanece “narcotizada”, y rindiendo nuestro castillo interior a quienes no se han dejado influir por ideologías que anulan la libertad.
Aunque navegues entre una galerna de confusión e incertidumbre social, o abrumado por la carga de sobreinformación de los mass media, o reafirmes el desprestigio presente por el que atraviesa la clase política… ¡No te desanimes! Despierta.
Deshazte de los lastres nihilistas con que la sociedad contemporánea trata de inhibirte. ¡Recupera tu condición de ciudadano libre! ¡Adopta tus propias decisiones! Da el paso; sal de ti; ocúpate por mejorar la vida del otro, y verás como la tuya comenzará a esmerar. En definitiva, desarrolla tu talento por “la política”.
Arranca la recta final hacia las elecciones municipales y autonómicas del próximo día 28 de mayo. Estos comicios representan una oportunidad para alejarnos de actitudes idiotas y reafirmar nuestra implicación ciudadana, aunque ésta no solo se reduce al ejercicio del “derecho al voto”. Te animo a descubrir hasta cuánto alcanza tu generosidad por perfeccionar tu comunidad.
Platón enseña que cuando el ciudadano no asume la responsabilidad política de participar en la orientación hacia el buen gobierno, serían los más mediocres, es decir, los menos virtuosos, los que se acabarían tomando las decisiones que afectan a toda la población. ¿Permaneces en el conformismo agazapado tras el colectivo de los idiotas? ¿O aceptas participar en la edificación de tu sociedad, asumiendo un protagonismo activo legitimado por tu condición de CIUDADANO?.