Alemania y los nuevos miedos
Las elecciones alemanas han supuesto un giro significativo hacia la derecha.
A pesar del triunfo de Friedrich Merz, candidato del conservador Partido Democristiano (CDU), que ha ganado con el 28,5 por ciento de los votos, el resultado más destacado ha sido el del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que ha superado el 20,8 por ciento.
Por otro lado, la gran derrotada ha sido el Partido Socialdemócrata (SPD), que ha pagado el desgaste de gobernar en tiempos difíciles, obteniendo apenas un 16,4%, lo que supone una caída de 10 puntos porcentuales respecto a los resultados de 2021. Estas elecciones anticipadas, convocadas tras la caída de la coalición "semáforo", han supuesto un duro castigo para el canciller Scholz y podrían significar su retirada de la política alemana.
Ante estos resultados, cabe preguntarse qué pensarían figuras históricas como Willy Brandt, Helmut Schmidt o Gerhard Schröder al ver el desmoronamiento del SPD, que ha obtenido su peor resultado histórico. Incluso Helmut Kohl, pese a la victoria de la CDU, vería con preocupación el ascenso del AfD, una extrema derecha excluyente cuyo mensaje resulta alarmante, especialmente en Alemania donde el pasado sigue muy presente en la memoria colectiva.
Los Verdes han sido los que mejor han resistido dentro del tripartito que gobernaba en la coalición "semáforo", logrando más del 11,6 por ciento de los votos y cerca de los resultados del 2021.
Es de destacar el resultado de la izquierda de Die LInke con casi un nueve por ciento de los votos, que parecen claramente provenientes del hundimiento del SPD. Este aumento inesperado de la Izquierda alemana tiene la cara de Heidi Reichinnek
Los liberales del FDP, tradicional partido bisagra que tantas veces ha formado parte del gobierno, están ahora fuera del parlamento, habiendo perdido más de la mitad de sus votantes.
Friedrich Merz, quien en el pasado fue derrotado en varias ocasiones por Angela Merkel, tiene todas las papeletas para convertirse en el próximo canciller, probablemente al frente de una "gran coalición" que, en esta ocasión, ya no es tan grande, pues el SPD ha quedado relegado al tercer puesto y, por poco, la CDU no necesita un tercer socio.
Al inicio de la campaña, Merz parecía titubear sobre la línea roja con la extrema derecha, pero ahora sus declaraciones han disipado cualquier duda: ha manifestado su intención de alcanzar un acuerdo lo antes posible con el SPD, que, a pesar de su mal resultado, podría optar por unirse a la coalición, aunque ello podría pasarle factura. No obstante, muchos opinan que el partido ya ha tocado fondo.
Alemania, tantas veces llamada el motor de Europa no solo por su potente industria automovilística, sino también por ser la economía más importante de la Unión Europea, ha vivido un "milagro alemán" sustentado, en parte, en la energía barata procedente de Rusia y en un gasto militar reducido, confiando en la protección de los vencedores occidentales de la Segunda Guerra Mundial.
La influencia alemana en la Unión Europea es innegable; basta con observar quiénes ocupan los principales cargos en sus instituciones.
Ahora, en plena encrucijada, con un Trump que ha dado un giro radical a la política exterior de Estados Unidos, dejando al descubierto las debilidades de Europa en materia de defensa, dependiente de la OTAN y, en consecuencia, de Estados Unidos, la incertidumbre es palpable.
La posibilidad de que el futuro de la seguridad europea dependa de alguien tan impredecible como Trump ha despertado temores sobre el destino de Ucrania y una posible guerra comercial con la Unión Europea. Ya solo falta un Putin fortalecido, ahora los recelos y miedos se intensifican.