¿Es necesario sufrir tanto para morir?
La vida nos prepara para muchas cosas. Desde que nacemos, nos enseñan a dar los primeros pasos, a decir ‘papá’ y ‘mamá’.
Después viene la escuela, la formación para el empleo… pero a nadie nos enseñan a irnos de este mundo. De hecho, parece un tema tabú. Nos incomoda hablar de la muerte, a pesar de que cada 100 años desaparece el 99.9 por ciento de las personas nacidas en todo el planeta en esas mismas fechas.
El mundo se renueva constantemente. Somos de los mamíferos más longevos, superamos a nuestros animales de compañía en expectativa de vida por más de cinco veces.
Parece que hay tiempo para todo, excepto para prepararnos para lo inevitable: como dicen algunos, "pasar a mejor vida", aunque quienes lo dicen nunca lo han hecho.
La realidad es que no es lo mismo que muera un millonario a que lo haga un inmigrante en una patera. Morir siendo rico puede parecer una tragedia, sobre todo cuando has logrado tener "el cielo en la tierra" y ahora te ves obligado a abandonarlo.
Sin embargo, si uno se da una vuelta por el servicio de geriatría de un hospital y ve el deterioro físico y cognitivo de tantos pacientes, se da cuenta de algo que me decía mi madre:
—Hijo, ¿es necesario sufrir tanto para morir?
La verdad es que no supe qué responderle. Hemos avanzado tanto en muchos campos de la medicina, pero es como si aún tuviéramos una asignatura pendiente: saber despedirnos sin tanto sufrimiento, tanto para quien se va como para quienes se quedan.
Siendo la muerte ese compañero silencioso que siempre nos espera, parece increíble que le demos la espalda como si no existiera. Y cuando nos informan que su visita es inminente, todas las alarmas y miedos se activan.
No aceptar que somos efímeros es como creer que el agua del mar no es salada. Aun así, actuamos como si ese compañero, al que dibujan de negro con una guadaña, no existiera.
Tenemos psicólogos para tratar la ansiedad, las fobias y las filias, pero ¿quién nos prepara para dejar este mundo? Un mundo cada vez más poblado, donde uno de los mayores problemas de nuestra especie es "morir de éxito" y, en el proceso, destruir nuestra verdadera casa común.
Vivimos más años que nunca, y algunos insensatos nos anuncian una vida sin fin, como si fuera una película interminable. ¡Qué tedio!
Enseñar el ciclo de la vida también implica prepararnos para lo inevitable, pero parece que hemos olvidado la última parte. Especialmente en Occidente, donde le hemos dado la espalda a la muerte. Luego nos sorprende cuando toca a nuestra puerta o a la de quienes amamos.
Es mucho pedir, pero ojalá pudiéramos aspirar a expirar en paz, a una muerte dulce. A marcharnos sin miedos y sin tanto dolor, propio y a nuestro alrededor.