sábado. 23.11.2024
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CRÍTICA

‘La guerra de nuestros antepasados’ y la fuerza teatral de Carmelo Gómez

El Palacio de Festivales de Cantabria acogió la adaptación de la novela de Miguel Delibes

Un momento de la representación teatral en Santander.
Un momento de la representación teatral en Santander.
‘La guerra de nuestros antepasados’ y la fuerza teatral de Carmelo Gómez

FICHA:

-Teatro: “La guerra de nuestros antepasados”. Novela original de Miguel Delibes. Adaptación teatral: Eduardo Galán.

-Reparto: Carmelo Gómez y Miguel Hermoso

-Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Escenografía: Mónica Boromello. Vestuario: Yaiza Pinillos

-Dirección: Claudio Tolcachir

-Espacio: Palacio de Festivales, Sala Pereda, viernes, día 10 de mayo de 2024.

-Calificación (sobre 5): ***

Una de las razones por las que las novelas de Miguel Delibes se adaptan tan bien al teatro es la densidad y la fuerza de sus personajes. Los seres que los pueblan son individuos perfectamente definidos en textos que reflejan a las claras el drama, el humor a veces con grandes dosis de ironía, en situaciones reconocibles que empatizan con el público.

Esto se puede constatar en La guerra de nuestros antepasados’, la adaptación al teatro de la novela de Delibes llevada a cabo por Eduardo Galán, dirigida por Carlos Tolcachir e interpretada por Carmelo Gómez y Miguel Hermoso que hemos podido ver estos días en Santander.

Las entrevistas del doctor Burgueño, psiquiatra de la prisión (Miguel Hermoso) a Pacífico Pérez (Carmelo Gómez) permiten descubrir una España del pasado, en el que el mundo rural, la familia y la violencia estaban mucho más presentes de lo que nos podíamos imaginar.

Los diálogos de los dos personajes se desarrollan sobre un escenario minimalista elaborado por Mónica Boromello y jugando con un buen diseño de iluminación de Juan Gómez Cornejo que nos da perfecta ambientación en cada una de las siete entrevistas entre el psiquiatra y el condenado por dos asesinatos.

Pero esta obra requiere de un actor de mucho carácter que se haga cargo de un personaje como Pacífico, lleno de contrastes y cambios de ánimo que pasan de la risa al llanto en instantes llenos de emoción. Y ahí está un grande como Carmelo Gómez, que da toda una lección de teatro con su presencia escénica, sus modulaciones de voz, sus miradas al infinito recreando un personaje al que todos tachan de loco, de retrasado, y lo único que tiene es una bondad innata que le llevará a la condena. Todo un simbolismo de un tipo de sociedad y unas costumbres no muy lejanas en el tiempo.

La adaptación de Eduardo Galán es correcta, respeta en su mayoría los textos originales aunque en algún momento se echa en falta algo más de fuerza que recupera al final, un poco precipitado. Buena dirección de actores de Carlos Tocalchir que no estorba y da cierto empuje a los diálogos de los personajes.

Hay que darse cuenta que toda la obra se sustenta en el personaje de Pacífico que simboliza esa población rural avasallada, dolida, víctima de violencia y guerras de antes y de ahora, y que no puede, o no sabe, defenderse de la opresión.

La fuerza arrolladora de un actor del nivel de Carmelo Gómez es la que da sustento a esta versión teatral. El papel del psiquiatra lo lleva a cabo Miguel Hermoso que está correcto y sabe mantener a su personaje en el sitio exacto sin interponerse en la acción que va describiendo su paciente.

Gómez está espléndido en toda la obra, te atrapa su forma de decir, sus expresiones faciales, su entonación vocal que recrean sus cambios de ánimo, su dolor de víctima de los caprichos de su Bisa, del Abu y de su propio padre.

El final narrado por el psiquiatra nos deja ver a Pacífico acurrucado como un niño, víctima de la tuberculosis y del abandono de su propia familia. Las ovaciones del público puesto en pie reflejan las pocas ocasiones que tenemos de ver una auténtica lección de interpretación teatral.