Mi pie izquierdo
Una pequeña reflexión sobre Mi pie izquierdo película anglo-irlandesa de 1989, dirigida por Jim Sheridan y con Daniel Day-Lewis, Brenda Fricker, Ray McAnally y Fiona Shaw en los papeles principales.
Basada en la autobiografía homónima de Christy Brown, tenía en espera la película del director irlandés Jim Sheridan desde tiempos en que vivía la cinefilia con un entusiasmo que rallaba casi la obsesión.
La pasión que sentía por el cine fue extinguiéndose con la entrada del nuevo milenio y estas últimas semanas, en las que todo parece ir más despacio haciendo posible un mayor recogimiento, le he dado una nueva oportunidad a esos clásicos que legítimamente le otorgaron el nombre de séptimo arte.
La película narra la vida de Christy Brown; pintor, poeta y escritor irlandés aquejado de parálisis cerebral. Nacido en el seno de una familia pobre, como lo eran tantas en los barrios más desfavorecidos de Crumlin, localidad cercana a Dublin.
Retrata las dificultades que tras la Guerra Mundial vivían la mayoría de los irlandeses, pero no es aquí donde radica su genialidad pues en esas vidas se refleja la de la mayoría de europeos que hicieron frente a una posguerra en la que se carecía de casi todo. España tuvo su propia guerra y también tuvo que cumplir la misma penitencia. Valores como la solidaridad, la generosidad, la austeridad o el sacrificio se observan tanto en la familia numerosa como en el vecindario.
Christy Brown en los primeros fotogramas de la película es el más pequeño de tres hermanos y una hermana, pero llegarían más. La falta de recursos económicos no era un impedimento para crear una familia numerosa. Siempre hay sitio para uno más y es impensable para esta familia recluir a Chris en un asilo. Todos y cada uno ponen de su parte para hacerle la existencia más llevadera.
En la película no aparecen rencillas entre hermanos que pugnan por mayores privilegios. Todos son iguales. Si digo ahora que en la película también se puede advertir el valor de la Familia algunos me tacharán de arcaico, decrépito o retrógrado. Bueno, pues lo digo.
En la infancia de Christy Brown sí se adivina al principio cierta soledad, pero más tarde se demuestra todo lo contrario cuando es acogido en los juegos con otros niños del barrio y su integración social en las fiestas de adolescentes. No recibe crueldad intencionada, si bien como la mayoría en esa edad sufre mal de amores.
Más doloroso que tener el cuerpo roto, es un corazón hecho añicos. Nunca es el fin y puede ser un principio. En la aceptación de Chris dentro del grupo se observa mucha empatía y tolerancia.
La historia de superación del protagonista comienza con sus ansias de ser comprendido. Desde sus primeras palabras trazadas con una tiza en el suelo utilizando la única extremidad sobre la que tiene control, su pie izquierdo, hasta los cuadros que le darán cierta fama y la autobiografía que escribirá con la ayuda de uno de sus hermanos. Trabajo, esfuerzo, persistencia, entrega…
No quiero seguir por si alguien piensa que estoy destripando la película. Mi objetivo no es otro que demostrar cómo en el cine que se hacía antes no había grandes efectos especiales, ni se afrontaban los peligros con la ayuda de superpoderes.
El cine era un reflejo de la vida y las historias que contaba nos daba pistas para crecer. Los problemas no se superaban con violencia, aunque había y mucha, tal vez demasiada, si no con la fuerza del corazón. Menuda cursilería.
La fuerza del corazón no es otra que la que nos proporciona el empuje necesario para afrontar la dura realidad con los valores que nos convierten en humanos dignos.