El Cuegle, el amigo del Ojáncano
Es un personaje pequeño, pero muy gordo y tiene rostro humano de tez negra, cabellos y barba muy larga de color grisáceo
Hemos hablado de la importancia de la naturaleza en manos del Musgoso, pero también de la peligrosidad de la misma a través de la figura del Roblón.
Y hemos conocido la parte más amable del malvado ser por excelencia como es el Ojáncano, pero quizá uno de los menos conocidos, es uno de sus mejores amigos: el Cuegle.
El Cuegle nace cada treinta años cuando se juntan una malvada Anjana con un viejo oso. Este personaje es pequeño pero muy gordo, tiene rostro humano de tez negra, cabellos y barba muy larga de color grisáceo.
Posee tres ojos de diferentes colores verde, azul y rojo. Con ellos, puede ver el pasado, presente y futuro. El futuro lo puede ver con el del centro, el presente con el derecho y el pasado con el izquierdo.
Tiene tres brazos, uno de ellos, exactamente el derecho, presenta manchas verdes, y tres manos sin dedos como si fueran mazos, los cuales le otorgan mucha fuerza siendo capaz de ahogar a animales grandes.
Encima de su cabeza sobresale un bulto, similar a un cuerno, que le permite hundirlo en la tierra y sacar de ella, uno de sus mejores manjares como son las orugas.
Tiene cinco estómagos y cinco hileras de dientes que son como clavos, dándoles un aspecto más terrorífico si cabe. Su sangre es blanquecina a diferencia de los humanos. Aparte de las orugas, le gusta comer todo tipo de animales especialmente las garduñas y zorros.
También le gusta comer los críos más chiquitucos, los cuales los robaba de la cuna. Para protegerlos hay que poner en ellas, un ramo de acebo y de roble, porque esos dos árboles muy típicos de Cantabria, son odiados por los cuegles, debido a que cuando eran chicos, su madre les hartaba dándoles de comer las hojas de dichos árboles.
La leche para él, también es veneno, porque les infla y se mueren. A pesar de que son realmente malvados, los hombres no les atacan, simplemente porque cuando un Cuegle fallece y su cuerpo se descompone, aparecen unos gusanos grandotes, mitad encarnados mitad blancos. Si encontramos ese bicho, y nos lo guardamos, es un amuleto de buena suerte, ya que el Ojáncano no puede hacernos nada, podemos gozar de una buena vida durante más de cien años, así como concedernos deseos.
Por tanto, cuando paseemos por el bosque, y veamos detrás de los matorrales una figura extraña, y no sepamos si es animal o humano, mejor salir corriendo en busca de un acebo o roble, pero no le ataquemos, quizá porque algún día el ser compasivo nos otorgue el gusano de la suerte del Cuegle.