John Eliot Gardiner da una nueva lección de barroco en la inauguración del FIS
Los asistentes disfrutaron de los conjuntos Monteverdi Choir y de English Baroque Soloists
Siempre es arriesgado inaugurar un Festival Internacional con un programa barroco, como ocurrió este lunes, día 1 de agosto, en Santander en su edición número 71, sobre todo después de una pandemia y con bajada en la venta de entradas. Pero cuando los mimbres de ese programa lo forman unos conjuntos como son los Monteverdi Choir y los Solistas Barrocos Ingleses, cualquier duda queda disipada. Y si además son dirigidos por una eminencia de la categoría de Sir John Eliot Gardiner la fiesta está garantizada.
El director inglés visita con frecuencia nuestro país, han sido varias las ocasiones en las que se ha podido disfrutar de su maestría dirigiendo siempre a conjuntos del máximo nivel. En 1964 fundó el Coro Monteverdi y en 1978 crea el English Baroque Soloists, dos de los conjuntos barrocos más prestigiosos en su especialidad.
Una cita musical con un repertorio que no es fácil para un público no acostumbrado, de hecho la Sala Argenta presentaba cerca de tres cuartos de entrada, pero en cuanto esas magníficas voces solistas del Coro Monteverdi entonan las primeras notas, te das cuenta que aquello posee tal nivel que pocas veces surge una ocasión como esta para el deleite.
El programa abarcaba tres obras pocas veces escuchadas en directo, vienen de interpretarlo en el Festival de Salzburgo y ahora en Santander y San Sebastián. Se comenzó con el oratorio ‘Historia di Jephte’ del compositor romano Giacomo Carissimi. Escrita sobre 1650, está basada en el Libro de los Jueces del Antiguo Testamento, cuenta la historia del juez Jephte que tuvo que sacrificar a su propia hija como resultado de una promesa tras la batalla contra los Amonitas. La obra precisa de un narrador y de solistas para cada uno de los personajes mientras el coro comenta la acción.
En la versión que hemos podido escuchar en Santander, el papel de Jephte lo encarnó el tenor Graham Neal y la de su hija la soprano Charlotte La Thrope. El nivel vocal del Coro es tan alto que cualquiera de sus miembros podría abarcar los papeles solistas. Su técnica hace que consigan un nivel sonoro espléndido en afinación, exquisita vocalización, medias voces, y el sentimiento musical que ponen en cada escena hace de su escucha un auténtico placer.
Lo mismo ocurrió con el ‘Stabat Mater’ de Domenico Scarlatti. Una joya religiosa escrita en torno a 1715 posiblemente durante la estancia del compositor en Madrid. Requiere de un coro para 10 voces solistas, aunque en esta ocasión el Coro Monteverdi lo formaron sus 20 voces, 10 masculinas y 10 féminas, acompañados de los cinco miembros de la English Baroque Soloists, viola de gamba, contrabajo, laúd, arpa y órgano.
Modulaciones vocales
La obra requiere de difícil concertación, donde Gardiner volvió a demostrar su maestría, con amplios contrastes y modulaciones vocales que el coro dominaba como si la cosa fuera “tan fácil”.
El final con el amplio ‘Amén’ fue de enorme intensidad. Bien el grupo de músicos aunque el órgano tuvo algún problema con ciertas notas que no le permitió lucirse como el resto del ensamble.
Ya en la segunda parte se abordó ‘Musikalishe Exequiem’ (música fúnebre) del organista alemán Heinrich Schütz, su opus 7, que escribió en 1635 para los servicios funerarios del conde Enrique II. Consta de tres partes que fueron interpretadas con pleno dominio estilístico tanto del coro como de los Solistas Ingleses en una ejecución llena de sentimiento y musicalidad.
Ambos conjuntos demostraron su disciplina musical alejada de toda artificiosidad, y hasta su seriedad y elegancia en el escenario, guiados por un Gardiner en plenitud artística y académica.
Las ovaciones y aplausos del público consiguieron una propina con Monteverdi, otra lección magistral que hizo que se despidiera a todo el conjunto de cantantes y músicos con parte del público puesto en pie en agradecimiento a una brillante sesión.