Richard Strauss y su 'Arabella' en la decadente sociedad vienesa
En Santander su música ha sido disfrutada en numerosas ocasiones, gracias a los conciertos de los Encuentros de Música y Academia o a la programación del Festival Internacional de Santander (FIS)
Es fácil admirar la vida y obra de Richard Strauss, nacido en 1864, a quien se le consideraba con visión de futuro desde sus primeras obras compositivas, incluso vanguardista. Sus poemas sinfónicos en la década de 1890 le dieron enorme fama en Europa y Estados Unidos. Pero será su catálogo operístico lo que le daría un mayor reconocimiento, sobre todo por su 'Der Rosenkavalier' (1911), junto a 'Salomé' (1905), 'Elektra' (1909) o 'Arabella', estrenada en Dresde en 1933.
En Santander su música ha sido disfrutada en numerosas ocasiones, gracias a los conciertos de los Encuentros de Música y Academia o a la programación del Festival Internacional de Santander. Una de las últimas ocasiones ha sido este pasado verano con una estupenda versión de su 'Sinfonía Alpina' a cargo de la Sinfónica de São Paulo dirigida por Thierry Fisher.
Pero lo que ya es más complicado es poder ver representados algunos de sus títulos operísticos. Tan solo algunos teatros de ópera con medios y tradición se atreven a llevarlas a escena. Es el caso de la Ópera de Oviedo donde ya se han podido ver en escena su 'Salomé' y 'Elektra', y ahora le ha tocado el turno a 'Arabella'.
La colaboración habitual de Strauss con su libretista de cabecera Hugo von Hofmannsthal, llegó a su fin con la ópera 'Arabella', que el poeta no pudo llevar a término pues falleció con solo el primer acto escrito, aunque dejó el esbozo del resto de la obra. 'Arabella' refleja en forma de comedia costumbrista a la decadente sociedad vienesa, con familias arruinadas y matrimonios de conveniencia habituales en la alta sociedad.
En Oviedo hemos podido ver una producción escénica proveniente del Aalto-Musiktheater de Essen el pasado sábado día 23 en el Teatro Campoamor. La dirección de escena de Guy Joosten intenta reflejar la decadencia de ciertos sectores de la sociedad vienesa de la época, pero lo describe de forma caricaturista, algo exagerada, que por momentos pierde la esencia del libreto de Hofmannsthal.
Cambiar la escena del segundo acto, pasando del salón de baile a una mesa para cenar, con tarta incluida de la que sale 'Fiakermill'i, puede tener cierta gracia pero no mejora la acción cómica de la historia. Lo mismo que el cambio del final feliz del libreto, con la protagonista huyendo junto a su hermana sin aclarar los motivos, a pesar del simbolismo de reconciliación con el vaso de agua. Feo todo el vestuario y ramplón el diseño de iluminación.
Pero en las óperas de Strauss la melodía orquestal es el motor que da sustancia a la obra. En Oviedo ha sido el maestro Corrado Rovaris quien se ha puesto al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, con una labor de contención sonora para evitar tapar a buena parte del reparto. Muchos de los momentos brillantes de la partitura quedaron en un correcto sonido, con violines y arpa destacando, pero no fue hasta el hermoso preludio del tercer acto donde la orquesta, ahí sí, pudo desplegar toda la riqueza melódica escrita por Strauss, consiguiendo lo mejor de la noche.
El reparto fue homogéneo, sin especiales voces a destacar, aunque ninguna desentonó. Así, la 'Arabella' de Jessica Muirhead fue bien recreada, sobre todo en sus monólogos del primer acto y del tercero. Tiene buena voz de soprano lírica y buen fraseo, aunque sus agudos adolecen de un vibrato que afea algo su emisión. Estuvo mejor en su escena final.
Destacable la 'Zdenka' de María Hinojosa, voz nítida con los agudos demasiado potentes en sus dúos con 'Arabella'. Correcto el 'Mandrika' del barítono Heiko Trinsinger, con voz algo tosca, buen fraseo pero flojo en las notas graves. El resto del reparto, de lo discreto a lo correcto.
Una versión de 'Arabella' que ha sido título de estreno en la Ópera de Oviedo, lo cual es meritorio, que no pasará a los anales del recuerdo pero que se dejó disfrutar. Siempre nos quedará la hermosura de las melodías straussianas, pura belleza romántica.