viernes. 22.11.2024
El tiempo
Opinión

El gimnasio en el supermercado

Debo ser la única que practica este deporte de alto riesgo y no me he enterado, que tampoco sería raro, porque la gente va a lo suyo y no sabe que estamos todos en el mismo equipo sin darse cuenta de que no tenemos ni entrenador ni nombre que nos defina como equipo de primera división.

El gimnasio en el supermercado

Estoy hablando de la técnica de algo que parece novedoso, pero que no lo es,  que lleva años en boga y que algunos hasta le han sacado callo y sin yo saberlo.

Situación: 11PM supermercado cualquiera de la ciudad en la que residas. Aquí va el caso. No tenemos más que entrar, comprar, ver ofertas y poner la compra en la caja para saber que tienes un tiempo limitado para meter a presión los productos porque de lo contrario el que te pasa el relevo te pone a prueba y te usurpa el título del guiness de los records  de ser el más lento en pagar que ni un Nini con ganas de trabajar. En definitiva, que has entrado en el gimnasio del market, que es gratis, pero donde practicas el riesgo en todo su esplendor.

Y es que son muy majas ellas cuando pones las cosas y te dan los buenos días, porque después no sé lo que pasa exactamente, pero se transforman en un ser extraño, que da miedo y que asusta de narices en cuanto van pasando el código de barras por el lector y la ves como si le hubieran crecido los dientes, las orejas y las uñas transformándose en una folclórica a lo Thriller de Michael Jackson con sus peores galas después de un concierto en donde creían que era un homenaje sobre la Jurado y resultaba ser un duelo de Titanes entre dos raperos entonando un vete a saber tú qué.

Ese es el percal y no me dejo nada en el tintero. En ese momento empieza tu tiempo y no te queda otra que correr y quemar calorías haciendo biceps, triceps y abdominales para introducir todo eso en un tiempo limitado en bolsas que ni abarcan y con unos sudores que te harán quemar 200 calorías por minuto. ¡Esa es buena!. Bienvenido al gimnasio del futuro.

Y no digo nada y lo digo todo si encima un paquete de pasta no pasa como es debido, entonces es cuando te mira como si hubieras sido tú el que ha subido el impuesto de la luz y te ven como al kilowatio hora en límites históricos. ¡Cuidado que ahí se convierten en el rival del equipo contrario y aún no te has enterado que llevas entrenando meses para esto que no te han contado!. Te aseguro que estás en su terreno, lo saben y juegan con ventaja extrema.

Pues bien, me cercioro de que a medida que me acerco a la cajera a mí me entran sudores y no precisamente por la menopausia, si no por ver que me está sonriendo con una falsa dulzura y que esa risa se va transformando en algo extraño, que no me gusta nada y que asusta como si fuera la reina Letizia animando al rey emérito cuando le tiene más ganas que un Ortega Cano en la corrida del Litri cuando ya está jubilado.

Y es que sabe que tiene la sartén por el mango y que en cuanto empieces a sacar las cosas del carro te las va a lanzar como si estuvieras en un campo de fútbol americano y tuviera que hacer un touchdown en toda regla porque ella va a ganar sí o sí  sabiendo que tú corres hacia el objetivo, pero te han desviado el camino por no estar las lineas bien marcadas, por lo que ellas hacen el tanto.

Poneros en situación. Una intenta pasar primero las cosas que pesan, después la carne y congelados para llevarlos colocaditos en la bolsa refrigerante y seguidamente la fruta. Pues da exactamente igual porque los va a tirar con tal potencia que los del Apolo 13 las han contratado para la NASA por el ímpetu en lanzamiento extremo.

Y es que no hay derecho que no hayan contado con ellas para ejercer tal acto sabiendo que no van a fallar en absoluto en cuanto comience la cuenta atrás y eso va a despegar con un ímpetu tal que un orgasmo se queda corto aunque le pongas pilas Duracel al consolador y este se vuelva loco al no saber qué intensidad tiene que regular. ¡Hasta ese punto hemos llegado en la fila del supermercado!

No exagero ni un ápice. Como os he comentado al principio tú intentas establecer un orden y por una extraña razón aquello va a tal velocidad que cuando lo vas a meter en las bolsas se mezclan las compresas con las mandarinas y estas se pelean por ver quién está más gorda, quien tiene el PH ácido y necesita una compresa dry night porque el resto no le vale.

Y ahí no queda la cosa, que como venga uno por detrás y se forme cola eso es un calvario que ni en Semana Santa con la Macarena, porque entonces se acumula el trabajo y no es la primera vez que me he llevado un nabo de la frutería junto a un anillo vibrador, que suele estar en la sección de cajas, nunca confesaré por qué conozco su ubicación, amen me maten, y cuando he llegado a casa mi marido me ha mirado picarón y no he sabido qué decir porque me he quedado muda al comprobar que eso no encajaba en la medición de dicha hortaliza y aún no sé cómo ha llegado a mi poder, ya que en la cuenta no aparece y yo no he robado nada, por lo que me lo he llevado del cliente que venía detrás.

¡Verás el disgusto que le va a dar al pobre olvidadizo al ver que la fiesta eroticofestiva que tenía preparada la va a tener que improvisar con los pepinos que a mí me faltan y esos sí me los han cobrado!.

Es por ello que me empecé a entrenar en mi hogar sabiendo que una vez por semana debía acudir a mi cita en el Súper Gym para hacer lanzamiento de productos con precisión y empeño. No estaba dispuesta a que esa mujer me volviera a humillar siendo más veloz que yo y sintiéndome de segunda categoría al no batir mi propio record.

Por lo que un día vi cómo me miraba, que parecía que se llevaba las manos a las cartucheras para desenfundar a lo Billy el Niño y no me achanté, que una es muy valiente cuando se lo propone y ya no se le pegan ni las lentejas en la olla de lo educada que la tengo y avisada que está de antemano que o las hace a su punto o sale disparada por el techo porque la dejo consumir el agua y adiós muy buenas, que no estoy para chorradas y menos después de haber pasado la cuarentena.

Ese día  la miré desde el pasillo tres, la observé para comprobar si estaba atenta y le lancé un paquete de galletas al que le había quitado el envoltorio y ya no tenía el código de barras activado, cambiándolo por el envase de los pepinillos en vinagreta para que se volviera loca y no diese una a la hora de saber el precio.

Creo que nunca me miró con tanto odio la pobre, por lo que me acerqué a ella, la observé de reojo sin que me viera nadie y en bajo le dije: “cuidado que la semana que viene vengo preparada para el lanzamiento de melones y verás el Cristo que montamos, eh, colega!!!.

Pues nada, que ahora cuando me ve llegar le pide al chico que le cubra el puesto y me ha cogido miedo la pobre. Si es que una es buena Maruja cuando quiere y se lo propone y no hay peor cosa que ponernos a prueba cuando venimos de casa aleccionadas sin saber cómo somos capaces de cocinar, poner una lavadora sin echar lejía a la ropa de color mientras fregamos los vasos del día anterior con detergente para la ropa en vez de con jabón.

Así está el patio en cuestión. Y es que ahora somos dos equipos rivales: las compradoras semanales frente a las cajeras ocasionales y aún no hemos ganado la liga, pero todo se andará.

PD: mi respeto a cada una de las cajeras que hacen su trabajo con empeño y que se merecen más nuestra sonrisa, cariño y agradecimiento por  las horas que curran y que nadie se lo agradece. Va por vosotras, chicas, pidiendo perdón por esta ironía y sabiendo que tenéis el cielo ganado porque Dios os protege de tanta tonta suelta que os mira con descaro.