La importancia de ser idiota y saberlo
Mucho psicólogo hace falta en la época en la que vivimos, donde es más importante hacerse un análisis exhaustivo para comprobar en manos de quién estamos y cómo dirigen el cotarro desde un punto de vista político, social, económico y demás circunstancias varias donde algunos tienen cabida y otros se quedan fuera viendo el percal sin caña para pescar.
Y así estamos en una sociedad, da igual el lugar, la raza y la falta de humanidad, en la que los imbéciles habitan como una especie más sin riesgo de extinción porque se multiplican, no cada año, si no cada segundo de vida, y que se perpetúan como si fueran un eslabón más en la cadena de la evolución con ADN propio, sin alteraciones en el mismo para dar lugar a un rarito más de la colección de anormales que habitan por metro cuadrado.
Así ha surgido el idiota, ese ente que no pasa desapercibido, aunque le eches lejía para ver si se queda descolorido, y que tiene más arremango que una sardinera vendiendo pescado.
No sabemos la falta que nos hacen en este mundo ni cómo han llegado a nacer, pero se han doctorado como los TOLOSA, dícese de la persona que todo lo sabe, que dan su opinión sí y también, aunque no se la preguntes, porque considera que es necesaria su aportación insustancial en un mundo donde las hostilidades son banalidades para su persona.
Madre mía, con ellos hemos topado y nos hemos dado de bruces en el camino sin saber dónde recluirlos, cómo alimentarlos, aunque a veces dan ganas de contaminar la comida para hacerlos callar un rato, sin matarlos, solo para hospitalizarlos unos días y que les hagan una cura metal, de verdad que sin acritud, ¿eh?, que una no es una psicópata ni nada por el estilo.
Y así los encontramos en política, en la religión, en la cultura y en todos los ámbitos que te puedas imaginar y que creas que es imposible que en ese lugar haya uno, pues te aseguro que allí también te toparás con alguno y te llevarás un disgusto maestro.
Pero claro, una que piensa un rato, no mucho, pero cuando lo hace se deja las neuronas hasta que arden y se funden como el queso gruyere, y analiza la jugada desde la barrera observando a estos desenvolverse con soltura en su propia estupidez humana, cae en la cuenta de que si esa persona es imbécil para uno tú también lo eres para otro.
¡Ay, ama, que ya la hemos liado y bien parda! Quiero decir, ¿quién pone los parámetros para saber distinguir a esa persona con tales cualidades si veinte metros para para adelante hay otra que opina exactamente lo mismo de ti y no te has parado a pensarlo?
No sé quién es el experto en detallar concienzudamente las características necesarias que deben tener para ser designados, nominados, aludidos, sentenciados y enjuiciados sin caer en el error de que alguien te ha puesto el mismo calificativo y no te has enterado. A esto se le llama pensar cuando a uno no le pagan por hacerlo y aun así te empeñas en seguir con esmero y ahínco en tu línea argumental.
Y es que están y estamos, me incluyo, desperdigados como tal en todas las ramas socioculturales de la vida sin saber los estragos que estamos cometiendo y dejando que el efecto borrego inunde nuestra visión sin ver más metas que un objetivo común, CONVERTIRNOS EN ANORMALES POR NATURALEZA.
No sé si se han dado cuenta de esto, pero es tan preocupante que se ha llegado a convertir dicha práctica y dicha profesión, porque les aseguro que algunos tienen un máster que ríete del de Casado y Cifuentes, en una carrera de fondo donde al llegar no te dan ni las gracias por haberte esforzado.
Es por ello que me gustaría que nos parásemos a reflexionar qué tratamiento, especialidad y características previas son las que pueden sacar en claro que usted y yo somos lo mismo, es decir, idiotas, pero ninguno lo reconocemos porque es difícil de asumir que alguien pueda ejercer dicha profesión sin tener estudios previos y no obstante sea capaz de defender su derecho a serlo sin más argumentación inicial que un simple esfuerzo.
Están en todos los sitios, no se preocupen por si no saben dónde encontrarlos, tan solo pongan su mente en activo y observen cómo actúan. Lo primero que les va a llamar la atención es el rictus de su cara, seguido de una puesta en escena donde sus expresiones no verbales te darán a entender que tienen la verdad suprema como ley universal y un tono, mezcla de un erudito sin conocer la filosofía como del Padre Apeles en su mejor época, con frases extraídas del Corán aludiendo que entienden el idioma y no saben ni practicar el suyo propio.
Estoy segura de que ahora mismo en su cabeza tienen el nombre de alguien cercano, segurísima estoy y me apuesto la mano, el codo y hasta la yugular si llega el caso.
Es por ello que la reflexión que lanzo es la siguiente: los mires por donde los mires, los analices como los analices, los catalogues como los catalogues tú también serás imbécil e idiota para otro y te hará el mismo examen exhaustivo sin que hayas acudido a la consulta del idiotólogo porque no hay cita hasta dentro de un año por la cantidad de gente que acude para acuñar su persona y grado.
Piénsenlo y verán que no me equivoco.
Atentamente: Una simple idiota cum laude con preparación al TFG (trabajo de fin de grado) y examinada en breve para ver la nota que saco.