La transformación
Creo que alguna vez hemos pasado por algún episodio de los que voy a narrar y en donde casi todos nos veremos reflejados de una manera a otra.
El tema comienza en el noviazgo, donde todo es maravilloso, te hacen mil cumplidos y te sientes como Cenicienta junto al príncipe ese anormal que ha hecho más estragos en la idealización del noviazgo y el matrimonio que R2-D2 en un almacén de chatarra.
Y es que el ambiente es divino, ideal, sacado de los mundos de arco iris, donde caminamos a lomos de un unicornio de color mientras ves las nubes y sientes que huelen a algo. Esta escena es para darnos de leches y no parar hasta que nos hayan ordeñado.
Pues bien, llega el día en el que esa peca que tenías en la cara y que le parecía preciosa a tu pareja, mientras te la miraba en el banco junto a ese parque en donde las palomas parecían que formaban la sinfonía de Bethowen con su aleteo y este te la quería besar junto al resto que tenías en tu cuerpo, te hacía verte como la princesa de un cuento que aún no se había escrito y en donde solamente tú eras la protagonista indiscutible. ¡Madre mía, lo que hace soñar!
Ahí es donde te estremecías y te sentías la reina del lugar. Nadie te dijo, entonces, que era una trampa y que tras el matrimonio, pasados unos añitos nada más, un día te acercas, le miras para darle ese beso que tanto le gustaba y te hace un gesto como si lo hubiera tocado el mismísimo Satán salido del infierno con la bandera LGTB con orgullo y a mucha honra , pero dejándole descolocado, y te dice aquello de que te apartes mientras te pregunta que le confieses cuándo te ha salido esa verruga que parece de la bruja avería y que da grima.¡Menudo déjá vu vives entonces, donde te vuelves a ver en aquel maldito parque mientras las ratas voladoras esas que parecían idílicas se cagan encima tuyo ante la risa del resto de su especie y te da un azote de realidad, que ya le podía pasar al gobierno y nos ahorrábamos las hostias antes de tiempo, pero no, no cuela, mira tú por dónde
Ese es el instante en el que todo cambia. Tú sacas esa mala leche que creías que tenías guardada en un subconsciente pueril donde los haya y le miras como si tuvieras de frente al increíble Hulk, pero con michelines en vez de con músculos a tropel que te podrían levantar como si de un palillo se tratara y cuentas hasta diez antes de liarla parda. Algo en tu interior te dice que tienes que soltar la mayor de las burradas que tienes almacenadas y que nunca creíste tener que escupir, por lo que te armas de valor y le dices aquella frase insulsa que le da más fuerzas para un ataque a traición, aquella de, ¿ya no me quieres, Cari?.
Cuidadooooo, que ahí reside tu talón de Aquiles y le acabas de dar al rey de ajedrez para ser sacrificado. ¡Seremos tontas y pazguatas!
En vez de soltar esa imbecilidad suprema, que debería ser condenada por la real academia por el escaso poder destructivo que tiene al pronunciarla, deberías sonreír, guiñarle un ojo, mojarte los labios, mover tu pelo como si el tiempo se hubiera detenido y darle con las puntas del mismo en toda su cara para decirle, sutilmente, eso sí, que es una pena lo que dice y que a un tal Manolo le encanta.
¡Verás, la cara que se le queda!. Si es que a veces somos un poco simples y mira que tenemos un máster en arpías en acción, pero hay algunas que no han pasado de curso y repiten el mismo como si estuvieran en la asignatura de religión.
A ver, mis chicas, que parece que tenemos que explicarlo todo pasados los años. ¿No os da lo mismo entrar en una batalla intelectual, si se diera el caso, que todos no estamos en el mismo nivel, yo la primera que a veces juego en tercera división y aprendo de la Super bowl a marchas forzadas, y ver hasta qué punto llegamos cuando nos digamos de todo con arte y salero?.
Ataca, ataca, mi niña, que verás cómo al final va fino y se excita y te da tal alegría al cuerpo que vas a tener que preguntarle dónde ha aprendido a hacer esa postura porque nunca se la habías visto y de pronto se ha transformado en un tigre de bengala con salto del armario incorporado. Que una tía lista pone más a tono que una de treinta con pechos operados.
Y es que no aprendemos que nos va más el movimiento defensivo más que aun tonto un sombrero y que cuando le dices cuatro verdades, aunque sean superfluas, va a querer dominar la situación como si fuera Sansón en la selva sin saber por qué tiene a la mona Chita y esta no le suelta.
Si ves una cara desagradable ante la verruga en cuestión ármate de valor, mira su calva y pregúntale cuándo sacó brillo a esa bola de los bolos que soporta su cuello y qué cera ha utilizado.
Te aseguro, y no pierdo ni la mano, que te mirará con otros ojos, se verá cautivado y te volverá a tocar esa peca como si no hubiera pasados los años.
Pero si ya quieres ver su cara de sufrimiento en extremo prueba a que este te descubra echando algo en el cocido, como si hubieras sacado una papelina comprada en la esquina de la Palanca con sobre incorporado y remueves con esmero mientras este sospecha que algo no cuadra en la escena y que no va a probar eso ni aunque le aten en el poste de la luz con riesgo a electrocutarse cuando hay tormenta y esta acecha. Ni se dará cuenta de que el envoltorio es el de las pastillas del caldo Avecrem, fíjate si es tonto y el poder que da ser ama de casa por los efectos de las especies en los temas culinarios.
Este se preguntará mil veces si la descomposición del día pasado fue una gastroenteritis o bien el resultado de un presunto envenenamiento encubierto, que le pregunten a Arguiñano qué tiene ese maldito chupchup porque algo malo le acecha y no pregunta por si acaso. Si antes le veías gordo de tanto empinar el codo con las cervezas te aseguro que va a perder kilos porque en la mesa ya no se sienta, amén le entren ganas de cocinar y no sabe ni dónde está el fogón y si va con doble mecha.
Merece la pena probar aunque sea para pasar un buen rato por haber definido a tu verruga como si de una urticaria se tratara sin remedio y sin curación en mano. Es maravilloso este tipo de venganzas intelectuales.
¡Ayyy, qué poco arte ponemos en los matrimonios cuando la picardía y el ponerse de frente despierta más la libido que nada que tengas a mano!.
Verás cómo algún idiota me dice que esto es apología de no sé qué ocho cuartos. Por mí como si me sentencias a cadena perpetua con aro en las manos, que una va viendo las escenas y a veces hemos aprendido a resolverlas como si fuéramos la Madame de Moulin Rouge para sacar chispa a un matrimonio que parecía acabado.
Ea, chicas, a sacar las armas intelectuales y a defender nuestro escaño, aunque este sea en una cocina, pero cuidado, porque es mi fuero y mi sillón en el congreso de los futuros divorciados y ahí mando yo con la cuchara de palo en la mano y removiendo el potaje con papelina en mano.