Cómo evitar ser espectador del reality guerra
En ocasiones previas hemos tenido la oportunidad de reflexionar en torno al régimen de verdad global e imperante denominado “post-verdad” y sus patéticas y nocivas consecuencias en diversos ámbitos.
En ocasiones previas hemos tenido la oportunidad de reflexionar en torno al régimen de verdad global e imperante denominado “post-verdad” y sus patéticas y nocivas consecuencias en diversos ámbitos.
En la presente oportunidad quisiéramos invitaros a reflexionar en torno al concepto griego de “Eudaimonía”, también conocida como “felicidad”, y definida por la RAE como “estado de satisfacción debido generalmente a la situación de uno mismo en la vida”.
En la presente nota intentaremos ofrecer una reflexión en torno a un absurdo garrafal que atraviesa nuestra cotidianidad desde tantos puntos de vista que es ridículamente tosco siquiera escuchar en nuestro tiempo algo que tenga que ver con un anclaje empírico con una realidad tácita que nos interpela completamente.
En la presente oportunidad intentaremos reflexionar en torno al concepto de natividad, en contraposición de la visión determinista de la irrevocable predestinación y su consecuente visión pesimista y nihilista, simbolizada antaño con alegorías y hoy tangible en una cotidianidad pretendidamente vaciada de sentido.
Es sustancialmente imposible abarcar en un artículo de opinión el problema del mal. Aun así, en la presente ocasión nos interesa presentar al menos algunas aristas de este asunto, que no ha sido indiferente para la historia del pensamiento, desde Epicuro (341 A.C) hasta nuestros días.
Seguramente habéis escuchado en los años recientes de manera recurrente reflexiones bastante licuadas de contenido en torno a la “era de la postverdad”. Pero ¿qué es eso de la post-verdad? Pues bien, si usted cree que nada de lo que se le dice vía institucional, académica, mediática o política es cierto, usted ha comprendido cabalmente el término.