jueves. 21.11.2024
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CRÍTICA DE CINE

‘El amor en su lugar’, el teatro y la realidad van de la mano

La película cuenta la miserable vida de los judíos dentro del guetto durante la ocupación nazi de Varsovia

Escena de la película 'El amor en su lugar'.
Escena de la película 'El amor en su lugar'.
‘El amor en su lugar’, el teatro y la realidad van de la mano

Hacer una película sobre la ocupación nazi de Varsovia y, más aun, sobre la miserable vida de los judíos dentro del guetto, es un riesgo y a la vez un reto para cualquier director o guionista. Usar el mundo del teatro para describir esa realidad no es nuevo. El gran Ernest Lubitsch ya lo hizo con la estupenda ‘To be or not to be’.

El director Rodrigo Cortés, gallego de nacimiento pero educado en Salamanca, nos trae este relato desconocido hasta ahora de las funciones de teatro que se permitían hacer a los judíos dentro del guetto. El drama y la tensión surgen cuando dos de sus actores planean escaparse una noche después de la función. La tensión, el miedo, el frío, la muerte se va reflejando en los rostros de los personajes con unos planos fijos que atrapan al espectador desde el principio.

El espléndido y largo plano secuencia inicial con la cámara siguiendo a la protagonista, nos muestra desde un principio ese ambiente de miedo y desolación de una población condenada al exterminio. Y aún así, se respira cierto aire de esperanza con unas funciones de teatro que les devuelven por unas horas la ilusión por recuperar su vida perdida.

En su película, Cortés narra los hechos que ocurrieron durante una función teatral en el invierno de 1942, meses antes de las deportaciones de los judíos del guetto de Varsovia. Se trataba de la obra ‘Love gets a Room’, una comedia musical de Jerzy Jurandot.

Ambiente teatral

El ambiente teatral no se pierde a lo largo de la película mezclándose con el miedo por la amenaza constante de los oficiales nazis que actores y público padecían de forma sistemática. El guión es del propio Cortés y de David Safier, que empieza con fuerza, decae en la parte central de la historia y vuelve a subir en un tramo final lleno de tensión dramática y emoción.

Los actores son desconocidos, pero realizan un gran trabajo mezclando teatro y realidad, y destaca Clara Rugaard como la protagonista que deberá elegir entre fugarse de ese infierno que les condena a la muerte o quedarse e intentar resistir. Estupenda fotografía de Rafael García y la música de Víctor Reyes que anticipa al espectador a los hechos que van sucediendo.

La película narra en tiempo real lo ocurrido en el Teatro Fémina a un ritmo inquietante durante la representación de la obra. En algún momento central ese ritmo decae algo, pero se recupera de forma magistral en el último tramo, con un desenlace agónico, contra reloj, lleno de tensión dramática y una emoción final que hacía tiempo que yo no veía.

El público que llenaba el teatro aplaudía con los pies golpeando el suelo para no sacar las manos de los bolsillos por el tremendo frío que pasaban, pero aquella noche los actores querían que, por una vez, el público aplaudiera de verdad.

La emotiva escena final rodada de forma espléndida, Cortés es un gran admirador de Martin Scorsese y se nota su influencia, consigue que los espectadores de la película, sientan verdadera empatía con los protagonistas, y el silencio por la emoción reina en la sala.