Opinión

Creo que alguna vez hemos pasado por algún episodio de los que voy a narrar y en donde casi todos nos veremos reflejados de una manera a otra.

Tranquilos que no se me ha ido la cabeza y eso que poco me falta porque desde que leo cosas en la prensa como éstas estoy como para que me ingresen y no salir del psiquiátrico.

Dice el refrán que uno se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, en nuestro país nuestros responsables políticos se acuerdan de la prevención de los incendios cuando nuestros montes arden por los cuatro costados.

Irene Montero está de actualidad una vez más por lo único que la caracteriza, ser popular por sus errores e intervenciones y por hacernos creer que es la mayor defensora de la igualdad en este país.

Debo ser la única que practica este deporte de alto riesgo y no me he enterado, que tampoco sería raro, porque la gente va a lo suyo y no sabe que estamos todos en el mismo equipo sin darse cuenta de que no tenemos ni entrenador ni nombre que nos defina como equipo de primera división.

Mucho psicólogo hace falta en la época en la que vivimos, donde es más importante hacerse un análisis exhaustivo para comprobar en manos de quién estamos y cómo dirigen el cotarro desde un punto de vista político, social, económico y demás circunstancias varias donde algunos tienen cabida y otros se quedan fuera viendo el percal sin caña para pescar.

Pues bien, ya está aquí otro tipo de “maltrato” psicológico que se han acuñado unos cuantos para hacerte ver que eres un depredador de las emociones y que como tal te pueden catalogar como algo que no eres.

Todos estamos en boca de todos y más si se trata el tema sexual como un tabú en donde no hemos avanzado y vamos para atrás como si quisiéramos regresar al siglo pasado.

La victoria de Juanma Moreno es tan grande, que tiene que hacer reflexionar a algunos. Su mayoría absoluta con 58 escaños no lo preveían ni las encuestas más optimistas para el PP. 

Cuando escuchas a cierta gente valorar un tipo de literatura erótica es cuando te echas las manos a la cabeza y suspiras con resignación al comprobar, lamentablemente, que las personas tienen el gusto en otro sitio y no precisamente en el paladar de la lectura.